Por Rubicel González
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Los cubanos casi nunca le decimos Fidel a secas, tuteándolo; sino que su evocación va acompañada de Comandante, como el respeto más profundo que el ser humano pueda sentir y que por su propio ejemplo, merece. Pero en el fondo no lo sentimos lejos tal si fuera un mito inaccesible, lo vemos como un hombre brillante dotado de cualidades excepcionales cuya única recompensa es haber estado junto al pueblo engrandeciendo la historia, marcando el futuro a fuerza de sacrificio personal. Por eso sentimos tanto amor y compromiso por él, llevamos su legado en las ideas y en la práctica diaria, no serle fiel o estar a su altura es motivo de vergüenza. Y lo vemos allí, con voluntad de acero y vocación infinita por el hombre, en los lugares de peligro y las victorias de la Isla independiente, como Quijote de nuestro tiempo con humilde grandeza.
Hoy, siete de cada 10 cubanos nació después del triunfo de la Revolución, lo que nos hace intensamente marcados por el hombre que juró en la escuelita de Birán, siendo un niño, defender a los pobres. Las generaciones surgidas a partir 1959 o que para esta fecha superaban apenas los 10 años, han escrito memorables páginas de honor y apoyo a la Revolución en correspondencia con el momento histórico que les ha tocado vivir.
Desde muy temprano, la juventud levantó su brazo para empuñar el fusil, librar la batalla por la educación, la producción agrícola o las misiones internacionalistas. Ese espíritu siempre tubo como antecedente y motor impulsor, el sentido de igualdad, justicia y sinceridad de Fidel; quien le impregnó a los hechos, la máxima que el líder debe ser el primero y la unidad, la receta de las revoluciones triunfantes.
Su sensibilidad, dedicación, desinterés, modestia y altruismo permanecen tatuadas al recuerdo que miles de médicos, educadores, deportistas, científicos y artistas, han provocado en millones de personas en todo mundo. Ellos han sido los continuadores de su pensamiento y enseñanzas, embajadores de la verdad sobre Cuba y su inquebrantable ética.
Ese mismo sentimiento de deber, patriotismo, dignidad y confianza perdura ahora, cuando el Imperio aspira matar el día que Fidel no esté. ¿Pero, podría hacer algo contra las ideas de millones de cubanos? La respuesta es no. Conozco jóvenes ejemplares y otros más experimentados, trabajadores, desprendidos del beneficio material o personal, curtidos en la superación constante, conscientes y decididos en que Fidel siga siendo Fidel, la Revolución y el pueblo. Resistiremos medio siglo más, existe la madera y la herramienta para darle forma. La receta nos la ha heredado la historia, un gran Maestro continuador de Martí y la unidad de los cubanos.