“¿Tú no eres Juan Triana?”, pregunta Silvio Rodríguez con unos papeles en las manos cuando tomamos asiento. Su interrogante me deja pensando, porque Juan Triana es el nombre de quien fuera mi profesor de Problemas de la Economía Cubana, un eminente y popular economista desde que sus conferencias dieran la vuelta a Cuba como aquellas carreras de bicicletas, aunque gracias a la solidaridad de los cubanos que nos hace ir pasando de memoria flash en memoria flash una información cuando parece relevante. Me quedo pensando porque las entrevistas son como las sesiones en el espiritismo. Uno invoca algo, que evidentemente debe ser el lado más sincero del entrevistado, y según estado anímico y circunstancia así serán las respuestas.
Lo había esperado con un libro de Ricardo Piglia en las manos, tumbado en un asiento en el fondo del lobby del hotel Pernik donde se hospedaba junto a su esposa, la clarinetista y flautista Niurka González. Silvio Rodríguez viajó hasta el oriente del país para cantar en tres pueblos distantes de la cabecera provincial, siguiendo así el propósito de ofrecerle su música al público más desfavorecido, ese que habita zonas marginales, lo cual no implica solo la conceptualización sociológica del término. En el hotel también descansan los músicos de Trovarroco, tres excelentes guitarristas villaclareños que junto al percusionista Oliver Valdés confieren en los últimos tiempos otra sonoridad a su obra.
Al verlo, me pongo de pie y lo saludo. Responde amable estirando el brazo y lo primero que se impacta contra mi visión es el famoso tatuaje de la rosa y la calavera que se hiciera entre el pulgar y el índice de la mano derecha en los que fueran días trascendentales a bordo del Playa Girón. El trovador, nacido el 29 de noviembre de 1946, en San Antonio de los Baños, viste jeans y pulóver azul turquí con bandera cubana sobre el lado izquierdo del pecho. Suele llevar ese tipo de prenda, quizá para dejar claras muchas ideas que con solo ver una bandera cubana vienen a la mente. Ando sin fotógrafo, pues no quiero interrupciones en el diálogo.
Le advierto que carezco de cuestionario. Aborrezco las entrevistas preconcebidas. Me parecen interrogatorios policiales. Mi estilo es el de la gente común, prefiero conversar pese a los inconvenientes de la memoria.
-Mejor, asiente él.
También debo ser sincero y le ofrezco otro dato.
-Ni siquiera debía entrevistarlo, le digo algo inquieto, pues al fin y al cabo es una confesión: De la gente a la cual uno ha admirado su obra más vale permanecer lejos, pues ocurre un poco como el poema: No debe volverse a los lugares adonde se ha sido feliz.
Las canciones de Silvio Rodríguez me ha hecho feliz muchas veces. Estoy habituado a ellas desde la temprana adolescencia, cuando con entusiasmo empecé a escucharlo a él, y a Pablo Milanés, y me hice seguidor de la Nueva Trova y por ende de la trova tradicional y de todo cuanto se les relacionara. Más de un tema suyo me ha propiciado fuerzas para enfrentar un día problemático, aunque después ciertos comportamientos del hombre me llevaran a revalorizar al artista.
-Lo que pasa es que siempre hay curiosidad, indica luego de mi lamento.
Lo ha dicho con calma, en ese tono en que le he escuchado tantas veces, bien al llegar al escenario y luego de ubicarse en la banqueta donde cantará, bien ante colegas de todas partes que hacen lo mismo que yo intento ahora: Conocer un poco más su mundo interior, empresa compleja si se tiene en cuenta que a lo largo de su carrera debe haber escuchado todas las preguntas posibles, debe haberse encontrado a entrevistadores inimaginables. Coloca sobre una mesa la pequeña grabadora con micrófono que me quedo mirando.
-¿Graba sus conversaciones?
-Las suelo grabar de hace un tiempo para acá.
-¿Le han tergiversado muchas veces?
-Me gusta tener un registro. A veces me han tergiversado, bastante. No me parece que vaya a ser el caso. Me ha pasado más bien fuera de Cuba, en algunos lugares. También aquí me ha pasado. Me ha pasado incluso que han querido hacer un libro gente que tiene pensado irse del país. Han querido hacer un libro y me han hecho una cantidad de preguntas, nos hemos visto varias veces y de pronto han desaparecido y han aparecido en otro lado queriendo publicar el libro.
-Es como tener un pasaporte cultural o algo semejante, corroboro, pensando en ese tipo de personas que gusta abrirse camino escudándose en la vida de los demás.
-Parece, asiente él, y pone atención en mis palabras. Quizá trate de adivinar qué quiero preguntarle, de qué quiero hablar, para qué lo he sacado de su refugio. Prosigue: Son cosas extrañísimas. En fin, esas cosas pasan. Y por supuesto, sé absolutamente que no es el caso. Pero, en fin. Me gusta tener un registro, porque también estoy viajando. Estoy en otro lugar y es una forma de recordar las cosas que me pasaron. A veces olvido. Son muchas cosas ya, muchos años…
-Casi setenta, lo pincho.
-Casi setenta, repite, y cavila: Bueno, realmente no llego. Tengo sesenta y siete. En noviembre cumplo sesenta y ocho. Pero mañana, por ejemplo que es el concierto número cincuenta y ocho de la gira, cumplo también cuarenta y siete años de vida profesional. Debuté un 13 de junio.
-¿Fue en la televisión?
-En un programa que se llamaba Música y Estrellas, que dirigía Manolo Riffat.
-¿Se siente viejo?
-Chico, tú sabes que no me siento viejo. En primer lugar, nunca me han gustado los espejos. Dicen que la muerte presume. Es lo único que te hace recordar que el tiempo pasa, en realidad.
- En Nicaro vi, por ejemplo, que había mucho público, pero solo un grupito cantaba. Ese grupito estaba compuesto por gente adulta sobre todo. ¿Siente que su público ha envejecido con usted, con la revolución? ¿Siente que ha envejecido todo?
-Veo que hay mucha gente vieja. Ahora hay más gente vieja en mis conciertos. Generalmente…
-Bueno, es la muestra de que el público ha envejecido
-Sí, pero hay jóvenes también. En mi público inicial había muchos más jóvenes que viejos. Ahora hay de todas las edades. Están los jóvenes atraídos por los padres, porque algunos escuchan la trova y escuchan lo que uno hace, o porque saben de uno, porque uno es más o menos famoso y sale en la televisión o en la radio, o se habla de uno. Y están los de media edad, que tuvieron tiempo de participar en esa época en la que uno todavía tenía una presencia más energética, sobre todo en los medios de aquí de Cuba. Y están la gente que son más o menos de la edad de uno, y que gustaron o gustan todavía de lo que uno hace.
-¿Y por qué una gente “más o menos famosa” decide ir a los barrios marginales, incluso ubicados en la periferia del país?
-Quizá de afuera se ve así, pero realmente uno no es ni famoso, ni exitoso, ni ningún oso. Uno es sencillamente una persona que desde que comenzó a trabajar ha tenido un propósito, ha tenido una visión de la cultura, de la canción; ha tenido una visión, aunque no me gusta usar palabras muy altisonantes, del compromiso. Pero sí, indudablemente hay compromiso, hay gustos, afinidades, atracciones, hay simpatías. La ley de la simpatía, las cosas que se atraen y se juntan van creando un universo, una gravedad. Otra razón más por la que uno no piensa en los años. En ese sentido uno sigue siendo el mismo. Sigue pensando de la misma manera, sigue sintiendo los mismos compromisos, sigue sintiendo que lo que uno hace es parte de la sociedad y de una manera determinada, que no es la búsqueda de la fama, del dinero, de la celebridad; es la búsqueda de otras cosas que están en todo el mundo, pero que están en uno. ¿Y qué es lo que está en todos nosotros? Ni más ni menos que la sensación de estar vivo, de que te haya tocado una época y un tiempo, y que es una dádiva, un don, una suerte que tuviste al haber estado vivo y haber pasado por esta experiencia. Y tratas de aprovecharla lo más intensamente posible, darle una utilidad pasajera en este mundo de los vivos. No lo digo porque crea que haya un mundo de los muertos; sino, en este mundo de la conciencia, de la percepción y de que uno se da cuenta de las cosas y puede actuar. Es así. Me considero el mismo. Por eso estoy aquí y por eso hago estas cosas. También hay razones un poco más específicas. Hay tiempos en que te impulsan más a hacer determinadas cosas que otros. Este momento de cambios de Cuba en que hay muchas cosas a favor y muchas cosas en contra, y donde gran parte de la población es probable tenga que pasar por una serie de vicisitudes y trabajos y problemas y carencias que se suman a muchos trabajos, vicisitudes y carencias que durante tantos años hemos tenido. Hace años, con otra perspectiva y visión del mundo. Ahora resulta que con otra.
- ¿Y eso no ha mellado lo que se llama “futuro” o “porvenir” o “esperanza del futuro”?
-Oye, en todos los países, en todos los tiempos y circunstancias la gente tiene más o menos los mismos problemas. Está viva y en una sociedad, quiere progresar, ser mejor, quiere tener más posibilidades de vida, gozar más plenamente de la existencia y quiere un mejor futuro para sí y para los suyos. Es normal. Nos pasa a todos, en todas las sociedades que he conocido, en todas; unas más desarrollas, otras menos; unas gobernadas de una manera, otras gobernadas de otras.
-Pero antes, por ejemplo, había una esperanza: Se llegaría al comunismo.
-Antes sí, al comunismo o no se sabía. Cuando uno cantaba: “Te convido a creerme cuando digo futuro” realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba que el futuro iba a ser otro.
-Y viendo este futuro, ¿qué piensa?
-Viendo este futuro… hay que ir a los barrios, hay que seguir andando, hay que seguir trabajando.
-Silvio, pero ir a los barrios no quiere decir estar en los barrios, ¿usted ha estado? ¿Qué ha aprendido?
-He aprendido que la gente está jodida, muy jodida, mucho más jodida de lo que pensaba. Y bueno, eso es una manera de conectarse con la realidad de tu país, de seguir constatando las cosas como son. Es verdad, no vivo en un barrio; es verdad, tengo una vida mucho más cómoda que la inmensa mayoría de los cubanos. Pero no me viro de espaldas, continúo. No solo aquí en Cuba. También pudiera continuar en Cuba y no hacer eso. Pero bueno, lo hago porque me parece que es mi manera de hacer una contribución, de estar comprometido con mi realidad, con mi gente, con mi pueblo.
-También lo veo como una cruzada cultural en tiempos en los que advierto una especie de conspiración contra la cultura por la que pasa Cuba y el mundo, la gente no lee, escucha una mala música…
-Mira, yo fui adolescente y me hice hombre en una época en que había muchas condiciones para que la cultura germinara. Para empezar, se hizo una campaña de alfabetización, se fundó una Editora Nacional y empezaron a proliferar los libros y la literatura universal. Entró el cine de arte como arte, se le empezó a dar una relevancia a la literatura latinoamericana, hubo instituciones, organismos, reuniones, concursos, una serie de manifestaciones sociales y todo apuntaba a un compromiso con la cultura, que es también un compromiso con la historia, con lo que ha sembrado el hombre, con lo que ha construido en el mejor sentido. En aquel momento aquí en Cuba había distintos organismos culturales. A mi modo de ver, a la manera en que yo lo sentía, unos más culturales que otros. Unos eran más mediáticos, te hacían entrar en la popularidad y en el gusto más rápidamente. Otros trabajaban más mesuradamente, más tranquilamente, a más largo plazo. Yo siempre tuve afinidad con esos organismos culturales que trabajaban a más largo plazo, para los que la cultura implicaba también estudio, superación y una autosuperación. Me refiero específicamente a dos organismos, a Casa de las Américas y al ICAIC. Lo que había fuera de eso eran el ICRT y el Consejo Nacional de Cultura.
-¿En los tiempos de Pavón?
-Antes de Luis Pavón, que había Consejo Nacional de Cultura.
-Claro, desde 1961.
-Luis Pavón entró tarde y estuvo pocos años. Eso fue como un amago de Ministerio de Cultura, que nunca fue Ministerio de Cultura hasta que después del llamado Quinquenio Gris pusieron a Hart, y fue Hart el que fundó el Ministerio de Cultura. Esos organismos que trabajaban más concienzudamente, menos populistamente, creo fueron los organismos que fundaron cosas que han durado más. Todo lo demás era más efímero: La fama de una canción que aparece por la radio, un rostro que aparece y desaparece por la televisión, o que está en los cabaret, en fin… Siempre tuve la percepción de que era como la lucha de dos maneras de ver la cultura, de ver el mundo, la realidad y también de ver el futuro. Uno, en palabras muy rápidas, pudiera caracterizarse como algo más chabacano, el otro como más estudioso; uno con más prisa, otro con menos prisa. Yo me di cuenta de que había una especie de guerra, de que todo aquello era una especie de guerra entre dos concepciones de ver y estar en el mundo. Hoy por hoy parece que lo que yo consideraba en frente es lo que ha ganado la guerra. Pareciera que gano la lentejuela, el oropel, la superficialidad, el mal gusto, el populismo. Pero todavía hay gente que trabaja con otra visión de la cultura, con una visión parecida a la que tuvimos nosotros. Y creo siempre se ha manifestado, siempre ha estado y siempre estará. Incluso, si siguen ganando, esta otra visión estará.
-¿Aun con todo el apogeo de la internet y eso? Como decía Phillip Roth, refiriendo el problema del libro y la lectura: Las pantallas nos han derrotado.
-No es solo la internet; en general, la tecnología, que suele democratizar las cosas. Por ejemplo, cuando yo tenía 17 años solo los fotógrafos profesionales o personas con un poder adquisitivo alto podían comprarse una cámara no profesional, porque además la gente buscaba una cámara no profesional, una camarita Kodak que tirara y después ibas a la tienda, te revelaban tu rollo y te daban tu foto. Hoy día casi todo el mundo tiene una cámara, todos hacemos fotos, cualquiera que esté en un lugar con un dispositivo que recoja la luz hace una foto, y puede ser de primera página en los más grandes diarios del mundo. En mi época, cuando yo era adolescente, un joven, era muy difícil tener un dispositivo para grabar una canción. De hecho cuando me pidieron la primera vez un trabajo para el ICAIC tuvieron que prestarme una grabadora, porque como yo en esa época todavía no escribía música, tenía que memorizar las cosas que iba haciendo y me era muy fácil con una grabadora. Se me ocurría una melodía, tocaba en la grabadora, después lo reproducía y sabía que eso quedaba ahí. Hoy día todas las personas, quienes lo necesitan y quienes no lo necesitan, llevan teléfonos, que lo mismo hacen fotos, que graban, y te comunicas desde cualquier punto en que estés. O sea, que la tecnología ha democratizado, le ha dado oportunidad a todo el mundo. También por eso hay tantas manifestaciones musicales, porque hoy en día realmente para grabar una canción no se requiere de un estudio. Se ha puesto hasta de moda grabar en los garajes con cualquier dispositivo. A veces una cosa que queda mal grabada es hasta un detalle simpático y se transforma en una moda grabar con un teléfono, y de pronto se convierte en un boom mundial grabar canciones con un teléfono. Creo que no ha pasado, pero puede pasar. Esa democratización implica una inundación de expresiones poco acabadas en todos los sentidos. Los escritores, ahora por internet, hacen sus libros. Cualquiera publica cualquier cosa, en cualquier sentido. En el siglo XIX para que te publicaran un libro pasabas… en primer lugar porque imprimir un libro era un costo, un gasto, había una serie de tamices por lo que pasaba un libro, editores, especialistas, revistas con un prestigio, no publicaban cualquier cosa. Hoy en día cualquiera escribe un reportaje de lo que sea, cualquiera publica una foto de lo que sea, cualquiera escribe una canción de lo que sea.
-¿Eso no ha llevado a una abulia, a que todo pierda su valor o que al final gane la frivolidad?
-Exactamente. Esa es una de las cosas que ha introducido la democratización de los avances tecnológicos en el mundo moderno. Yo lo veo así. Esto hace que proliferen las elites. ¿En qué sentido? Los que son más exigentes, ante esta invasión inmisericorde de expresiones enloquecidas, los más exquisitos, los que tienen gustos más refinados, más sofisticados, tienden a aislarse y a crear guetos. Estamos ante un fenómeno cultural que empieza a manifestarse universalmente y ante el que nosotros no escapamos, porque ya tenemos encima la tecnología, nos guste o no nos guste, nos convenga o no nos convenga, nos agrade o no nos grade. Ya todo el mundo anda con un teléfono, se comunica… hasta los espías. En la década de los sesenta yo me acuerdo que cuando el G2 agarraba a un espía, lo agarraba con un aparto sofisticado de mandar señales. Están las películas de la Segunda Guerra Mundial, los espías andaban con una maletica y unos aparatos de onda corta para mandar señales en una frecuencia especial, emitían sus informes y todo eso. Hoy en día nada de eso hace falta. Marcas cero, cero, uno y estás comunicándote con los Estados Unidos.
-Y es más difícil prohibir.
-Más difícil no, es más loco además. Es mucho más difícil. La diversidad ha llegado. La tecnología ha permitido que esa diversidad, que esa exuberancia de posibilidades nos arrastre.
-Cualquiera puede ver cualquier cosa, y en cualquier lugar. Creo que en Nicaro se encontró con alguien que escribe a su blog.
-Sí, lo que pasa es que ahí hay una familia que se comunica conmigo. Ellos tienen un trabajo en el que hay un poquito de internet, y a veces se comunican un poquito y logran entrar al blog. Pero, en realidad lo que hacen es que algunas personas que también participan del blog, que son extranjeros, se comunican con ellos, les pasan los post y los mensajes que hay y las participaciones, y entonces ellos responden por esa vía.
- Cuánto trabajo pasamos, ¿no? Y todavía hay una resistencia a la internet.
-Sí… Bueno, en fin… Se plantea que tecnológicamente está toda esa discusión de famoso cable de Venezuela, toda esa cosa. Es verdad, hay que crear una infraestructura aquí, que cuesta dinero. Pero los cables telefónicos están desde hace muchos años echados en Cuba y el sistema inalámbrico es una cosa que sí, debe costar su dinero, pero cada vez debe costar menos, cada vez es una cosa más común. Veremos qué hacer cuando Google ponga en órbita los 180 satélites esos que tiene pensados poner para darle internet a la parte del mundo que no tiene, cubanos incluidos supongo. Vamos a ver las nuevas generaciones a quiénes les agradecen el internet. Es uno de los grandes problemas que tenemos ahora mismo. El joven que no está pensando en otra cosa que mirar lo que le interesa, en resolver, en conectarse con la página del reguetonero no sé quién, lo que sea, lo que tenga en mente, y que de pronto, de un día para otro haga así, pácata, y con su telefonito se conecte con cualquier lugar del mundo. ¿A quién se lo va a agradecer?: ¿A nosotros?, ¿a nuestro país?, ¿a su gobierno?, ¿o a Google?
-Además, ese individuo será como el cuento del hombre dominado por el pececito al que observa, cada vez es más vulnerable culturalmente.
-Sí, sí. Imagínate. Ese reguero tecnológico indiscriminado es también un reguero de dominación, de dominación ideológica, de dominación cultural.
-¿Entonces qué han ganado aquellas instituciones culturales que iban por la instrucción del individuo hasta convertirlo en alguien con pensamiento crítico?
-Ha ganado eso, ha ganado la formación de gente que piensa críticamente, y que ha pagado un precio por pensar críticamente.
-Y es la minoría.
-Sí, es una minoría, sin lugar a dudas. Y va a seguir siendo una minoría. A mí no me cabe dudas de eso. Mientras más democrática sea la posibilidad expresiva más valioso va a ser lo exclusivo.
-Para esta gira usted ha hecho un alto en un disco que graba, ¿creo que es un descarte de las canciones del Descartes o algo así? ¿Se llama Amoríos?
-No es un descarte, son canciones que nunca había grabado.
-¿Pero, no estuvieron pensadas alguna vez para Descartes?; por cierto, el disco suyo que más me gusta.
-No, no estuvieron pensadas para Descartes. En realidad Descartes es un disco con canciones que salen de los descartes de otros discos.
- Claro, pero yo pensé que este eran descartes del Descartes.
-Le iba a poner Sobras, pero me pareció demasiado fuerte. Estas son canciones que nunca grabé, que nunca toqué. Toqué otras y esas las dejé. Son canciones de relaciones de pareja, todas.
-En Descartes hay una frase que me resulta fascinante, una de Vida y otras cuestiones: “¿Cómo sabrá la cerveza que el sepulturero se beberá cuando acabe de darme abrigo?” Me gusta mucho. A través de ella intuyo cierta preocupación por ese asunto de lo que ocurrirá luego, como individuo y como parte de la sociedad.
-A veces uno mira las nubes y añora la vida. A veces uno mira las nubes y dice: Qué maravilla, nuestros aborígenes levantaron los ojos y vieron pasar las mismas formas, u otras, pero vieron el mismo paisaje que vemos nosotros ahora. Y cuando uno no esté habrá quien levante los ojos y lo vea. Eso es fascinante, ¿no? Se trata de eso, no de otra cosa, dicho a través de la cerveza que se va a tomar…
-Pero es excelente. Es una frase que se relaciona mucho con mi preocupación filosófica.
-Sí, es… ¿qué pasará al minuto siguiente a la muerte?
-También me lo he preguntado: Cómo seguirá la vida sin uno, si pudiera verla. ¡Tremendo…!, exclamo, y me hubiera volcado a una reflexión existencialista de no ser porque recuerdo que esta entrevista también tiene como objetivo ser publicada en el periódico para el cual trabajo y al cual, más que de filosofía, para mi pesar, le interesan declaraciones directas sobre la visita. Recapacito y, rompiendo el trance, le hago otro comentario: Estas presentaciones en Mayarí, Nicaro y Moa tiene que ver mucho con su relación con Frank Fernández, una amistad muy antigua.
-Sí, esto lo planificamos desde hace rato. Hace rato hablamos de la posibilidad de que yo fuera a Mayarí y el a San Antonio, de hacer ese intercambio. Somos amigos desde hace muchos años.
-¿Y qué es la amistad para usted?
-La amistad es una cosa imprescindible. No en balde Martí dijo que era la joya mejor. Hay otras joyas, buenas también. Pero sin dudas la amistad es lo que uno funda con personas a fines. Estábamos hablando ahorita de las afinidades, de esas leyes gravitacionales que hacen que cosas, que ideas, que personas giren en torno a cosas comunes, a identidades.
-Pequeños detalles invisibles.
-A veces pequeños, a veces más grandes. Detalles, detalles de la existencia. Y coincidencias, porque tú sabes que, como dice el dicho, cada gente es un mundo. Y dentro de ese mundo de tanta gente uno encuentra aquí, allá, a cuyá esos detallitos que te van uniendo con los demás. En el caso de Frank, lo conocí cuando él volvía de Rusia, de la Unión Soviética, con su diploma de oro del Chaikovski. Entonces era la joven promesa, extraordinario. Estaba muy vinculado al Comité Nacional de la Juventud Comunista, y yo tenía un amigo allí. Ese amigo nos presentó. Fuimos a su casa y empezamos a hacer colaboraciones. Era cuando se hacían aquellas galas por el 4 de abril. Él empezó también a trabajar con nosotros, a planificar las galas, a dirigirlas. Nos pedía canciones. Hicimos canciones para algunas galas. Después fue productor de mi primer disco.
-Tienen pensado volver a Holguín, creo, en agosto.
-No sé si en agosto. ¿En agosto…? No, jamás en agosto. Hicimos Mayarí, Nicaro y Moa. Es lo que teníamos planificado. Más adelante nos pidieron hacer algo aquí también, en Holguín, en la ciudad. Me gustaría en un barrio de Holguín. Para eso me voy a asesorar bien, porque tendría que ser en un barrio de los que necesitan más esto que hacemos. Me gustaría en esa ocasión ir también a Gibara. Fui el otro día y es un lugar fascinante.
-¿No tiene pensado cantar en teatro, para el otro público?
-El público que va al teatro puede ir al barrio.
-Claro, pero hay quien necesita espacios más cómodos.
-Llevo tres años sin tocar en teatro. Solo en barrios.
-¿Y se siente cómodo?
-Me siento más a gusto.
-¿Sí?
-Me siento más a gusto porque me parece que es un trabajo más útil, y un reto.
-Pero, para un hombre tan exigente con el público como usted…
-Es un reto también, porque es un público que a veces no está acostumbrado al tipo de trabajo que uno hace, a lo mejor están acostumbrados a escuchar otro tipo de música. Siempre la gente corea algunas canciones. Incluso jóvenes. Es fantástico. No sé cómo se la saben.
-Sé de anécdotas, ahora leyendas famosas, en las que usted enfrenta al público, le pide silencio. Y en un barrio se grita, hay bulla... ¿No lo sacan de paso?
-Eran cosas que ocurrían cuando uno empezaba. Yo nunca me vi como cantante. Siempre me vi como un compositor que exponía lo que hacía. Y como no cantaba cosas…o pensaba yo que no cantaba tonterías, a lo mejor también cantaba tonterías. En definitiva, todos caemos en tonterías de una u otra forma. A veces, pensando que no somos tontos somos los más tontos del mundo. Pero, empezaba, y veía con tanto respeto lo que yo hacía, y me parecía que mucha gente iba realmente a comulgar con la canción de la manera en que yo la asumía. Y de pronto, que hubiera gente más acostumbrada a la cosa farandulera o lentejuelezca me molestaba. Y gente que pedían, y que hablaban, pues mandaba a callar a la gente. En alguna ocasión me levanté y me fui también. Lo hice. En otros lugares me botaron. Varias veces me botaron de los lugares. Pero fueron cosas más relacionadas con los inicios.
-Eso ayudó a tejer una leyenda de un Silvio que no sea quizá el Silvio real, ¿es muy difícil ser el Silvio verdadero?
-Yo nunca he sido una persona agresiva, para nada. Todo lo contrario. Si me agreden, trato de defenderme; pero no es que sea mi naturaleza. ¿Sabes qué pasa? Como yo, y no solo yo, sino alguno de nosotros éramos un poco contraculturales, hacíamos un poco de contracultura, contracultura convencional, se tejió también alrededor nuestro, por cuestiones políticas, de defensa de esa cultura entre comillas, una leyenda un poquito, no voy a decir que negra porque sería demasiado, pero sí gris con pespuntes negros. Es lo que yo pienso. Hubo un momento incluso en que se decía que la Nueva Trova se quería adueñar de la cultura, y que quería que todo fuera como ella. Nada más alejado de la realidad. A nosotros se nos hicieron campañas dentro de ese mundo lentejuelezco. En el fondo eran campañas políticas porque eran campañas que miraban el arte como pedestal, no como ara.
-¿Por eso ustedes alguna que otra vez combatieron ese arte, aquella otra forma de hacer canción?
Realmente yo no me dediqué a eso. Yo hice una sola canción que habla de eso.
-Pero digo, en entrevistas, a través de comentarios públicos.
-Si me das una referencia yo te la respondo, porque ahora no recuerdo haber combativo nada en ese sentido. Sí creo que hice una canción, La Masa, que habla de eso, de las distintas maneras de asumir el arte, en mi caso la canción. Pero no insistí. No fue un cruzado tampoco. Mi cruzada era hacer canciones buenas, de calidad. Esa ha sido mi única cruzada en la vida, hacer canciones diferentes, incluso en contrapunto de mis propias canciones, porque no me gusta que ninguna canción mía se parezca a otra.
- A propósito, qué le ha parecido la versión que grabó Shakira de La Masa para el disco de Mercedes Sosa.
-Me parece muy bien. Estoy acostumbrado a que Mercedes cante canciones mías. Cantó muchas. Recuerdo especialmente dos, arregladas por Charly. Hizo una versión de Unicornio preciosa para un disco. Y la otra era La Masa, en una versión de Charly García. Los arreglos son así… bueno, ella es un clásico, pero los arreglos de Charly son fabulosos. No me acuerdo cómo se llama el disco. Y bueno, esta joven… me parece maravilloso. Me sorprendió, porque evidentemente no está en esa línea de trabajo.
-¿Su elección para colaborar con otros artistas de qué depende? Recuerdo cuando estaba prohibido José Feliciano aquí, y usted fue como la puerta para que volviera a escucharse en los medios.
-Es que aquí, como en todas partes, se tejen leyendas sobre artistas. Hemos estado muy aislados durante muchos años, y aquellos años eran de gran aislamiento. No existía internet. No había forma de saber qué era la verdad detrás de todo eso. También a veces los artistas en determinadas coyunturas saben qué es lo que se está cocinando, le hacen una pregunta y hacen una concesión, sueltan una cosita un poquito pesada para contentar el ambiente que los está entrevistando. Aquí a veces nos tomamos esas cosas demasiado a pecho. Y son cosas a veces circunstanciales. Son cosas de las que después los artistas ni se acuerdan. Hay otros que sí, que tienen una postura y una forma de pensar muy definida y son defensores de una forma.
Silvio se queda pensativo, y me mira como si otra vez tratara de averiguar qué pienso, y yo a su vez lo miro a él.
-Hay una cosa que te quiero decir antes de que te vayas, dice: Me parece muy importante. Ayer me llamó Gerardo Hernández, ¿sabes quién es Gerardo?
Lo observo con sospecha, porque quién no conoce en Cuba a Gerardo Hernández, si en cada esquina hay un afiche donde se puede ver su rostro junto al de los otros cuatro que han pasado a conocerse como: Los Cinco.
-Sí, respondo.
-Yo nunca había hablado con él. Cuando estuve en Estados Unidos hace tres o cuatro años tratamos de hablar pero no fue posible. Hablé con otros dos o tres compañeros suyos, pero con él no pude. Primera vez que hablo con él y fue una conversación extraordinaria. Y es porque en Mayarí sentí que el teléfono me sonaba cuando estaba cantando las últimas canciones. Me tapaba el atril y lo saqué disimuladamente. Vi que habían unas cuantas llamadas. Lo desconecté porque estaba sonando y tenía miedo de que se metiera por el micrófono. Cuando terminé volví a fijarme. Era una llamada de los Estados Unidos porque tenía un uno delante. Y sonó otra vez. Era una emisora de los Ángeles que hacía un programa especial para Gerardo por el día de su cumpleaños. Me hicieron una entrevista. Hablé un ratico con la muchacha que me entrevistó y él oyó la entrevista. Entonces localizó mi teléfono y me llamó, por supuesto que era para agradecerme. Uno habla con esos hombres que están pasando tantas vicisitudes, que han sido tan maltratados, y tratados con tanta injusticia y realmente le dan lecciones a uno de supervivencia, uno se queja… Yo había llamado a alguien para que me mirara el aire acondicionado, porque no estaba funcionando bien. Y me dije: Caballero, le ronca. Uno está preocupado porque no funciona bien el aire acondicionado y este hombre lleva 16 años presos, tiene dos o tres condenas de por vida y te habla con un optimismo, con una seguridad, con una firmeza, con una fe tan grande en que se va a hacer justicia, en que va a estar un día aquí. Realmente es muy conmovedor. Y nos hace pensar mucho. Me preguntó: ¿Dónde tú estás? Le digo: Estoy en Holguín. Entonces dice: Coño, Holguín, ¿tú sabes, por cierto, que Holguín es una de las provincias de Cuba de las que yo recibo más cartas? Digo: ¿De verdad? Dice: Sí, no te puedo decir ahora que es la que más porque tendría que contarlo, pero te garantizo que es una de las provincias de Cuba de las que más cartas recibo. Tú pudieras transmitir de mi parte… Me dijo eso y por eso te lo estoy trasmitiendo: Tú pudieras transmitir de mi parte mi gratitud al pueblo holguinero por no olvidarse de nosotros. Así que tienes para mí esa mínima misión.
-También una prima mía le escribía a uno. A Antonio, creo.
-Hay mucha gente del pueblo que les escribe. Y de otros pueblos. Ellos reciben una cantidad de cartas. Yo no sé qué harán con tantas cartas. Cómo las tendrán metidas. No sé cómo resolverán ellos ese problema.
-¿Y su relación con el pueblo holguinero cómo ha sido?
Mi relación con el pueblo holguinero ha sido maravillosa, con el público y con gente que he conocido en la calle.
-Ya que nos referimos a Amoríos, ¿amores holguineros ha tenido?
-Sí, dice como quien primero lo piensa un poco.
-¿Hay canciones que tienen que ver con esos amoríos?
-Sí, responde en el mismo tono.
-¿Una mujer con sombrero tiene que ver con esos amoríos?
-No, dice rápido, y para salir del tema, pues me interesa más dejar el misterio que descubrir el nombre de la que debe ser una bella mujer, le aseguro que estamos como en Escriba y Lea. Silvio sonríe, ríe, repite: Estamos como en Escriba y Lea. Piensa y murmura varias veces la palabra “Sí” antes de soltar: Hay un amor holguinero bastante intenso. Puedes publicarlo además. Le escribí un poema una vez. Es probable que también esté en alguna canción.
-¿Entonces Camino a Camagüey pudo haber sido camino a Holguín?
-Sí, dice él: Una vida ya, unos cuantos años. Pasan muchas cosas en una vida.
Después hablamos un rato sobre pintura, sobre la posibilidad de que algún día sea nominado al Premio Nacional de Literatura debido a que galardones semejantes, le digo, recibieron cantautores como Leonard Cohen o Bob Dylan. Responde que eso solo sucede en el primer mundo. “En el tercer mundo no, donde todos tienen que defender sus predios de publicación. Imagínate, si todo aquí se confunde, además de las pocas publicaciones de poesías que hay que también los trovadores empecemos a usurparle espacios a los poetas. Yo prefiero, al menos por ahora, hasta que no haya posibilidades de publicar más, que sigan los poetas en lo suyo, y los trovadores en lo suyo.”
También hablamos del escritor argentino Ernesto Sábato, a quien admiro, y con quien Silvio mantuvo una buena amistad de la cual queda al menos una pista en las palabras de presentación para Descartes, escritas por el autor de Sobre Héroes y tumbas. “Era un hombre atormentado”, me dice.
-Creo que todo artista lo es, digo: Usted también debe tener sus tormentos.
-Mis tormentos y mis tormentas, dice: Todos las tenemos.
Al final Silvio me regala un ejemplar del libro Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez en los barrios de La Habana, de Mónica Rivero y Alejandro Ramírez. Porque casualmente ando con mi único libro publicado decido reciprocarle el gesto con el ejemplar. Y para no ser menos, se lo dedico. Entonces no sé por qué me sale una dedicatoria torpe, totalmente intolerable por culpa de una rima que no hubiera escrito ni cuando empezaba a escuchar sus canciones previo a la adolescencia. Recordando esas palabras pienso que, al fin, en la conversación no invocamos ni a la economía ni a los conciertos que hacía por el oriente de Cuba, tan solo convocamos recuerdos de un entrevistador, recuerdos de los cuales Silvio Rodríguez forma parte y, sin saberlo, tuvo a bien azuzarlos.
holguinadentro
domingo, 22 de junio de 2014
Azuzar recuerdos junto a Silvio Rodríguez
Por Leandro Estupiñán
“¿Tú no eres Juan Triana?”, pregunta Silvio Rodríguez con unos papeles en las manos cuando tomamos asiento. Su interrogante me deja pensando, porque Juan Triana es el nombre de quien fuera mi profesor de Problemas de la Economía Cubana, un eminente y popular economista desde que sus conferencias dieran la vuelta a Cuba como aquellas carreras de bicicletas, aunque gracias a la solidaridad de los cubanos que nos hace ir pasando de memoria flash en memoria flash una información cuando parece relevante. Me quedo pensando porque las entrevistas son como las sesiones en el espiritismo. Uno invoca algo, que evidentemente debe ser el lado más sincero del entrevistado, y según estado anímico y circunstancia así serán las respuestas.
Lo había esperado con un libro de Ricardo Piglia en las manos, tumbado en un asiento en el fondo del lobby del hotel Pernik donde se hospedaba junto a su esposa, la clarinetista y flautista Niurka González. Silvio Rodríguez viajó hasta el oriente del país para cantar en tres pueblos distantes de la cabecera provincial, siguiendo así el propósito de ofrecerle su música al público más desfavorecido, ese que habita zonas marginales, lo cual no implica solo la conceptualización sociológica del término. En el hotel también descansan los músicos de Trovarroco, tres excelentes guitarristas villaclareños que junto al percusionista Oliver Valdés confieren en los últimos tiempos otra sonoridad a su obra.
Al verlo, me pongo de pie y lo saludo. Responde amable estirando el brazo y lo primero que se impacta contra mi visión es el famoso tatuaje de la rosa y la calavera que se hiciera entre el pulgar y el índice de la mano derecha en los que fueran días trascendentales a bordo del Playa Girón. El trovador, nacido el 29 de noviembre de 1946, en San Antonio de los Baños, viste jeans y pulóver azul turquí con bandera cubana sobre el lado izquierdo del pecho. Suele llevar ese tipo de prenda, quizá para dejar claras muchas ideas que con solo ver una bandera cubana vienen a la mente. Ando sin fotógrafo, pues no quiero interrupciones en el diálogo.
Le advierto que carezco de cuestionario. Aborrezco las entrevistas preconcebidas. Me parecen interrogatorios policiales. Mi estilo es el de la gente común, prefiero conversar pese a los inconvenientes de la memoria.
-Mejor, asiente él.
También debo ser sincero y le ofrezco otro dato.
-Ni siquiera debía entrevistarlo, le digo algo inquieto, pues al fin y al cabo es una confesión: De la gente a la cual uno ha admirado su obra más vale permanecer lejos, pues ocurre un poco como el poema: No debe volverse a los lugares adonde se ha sido feliz.
Las canciones de Silvio Rodríguez me ha hecho feliz muchas veces. Estoy habituado a ellas desde la temprana adolescencia, cuando con entusiasmo empecé a escucharlo a él, y a Pablo Milanés, y me hice seguidor de la Nueva Trova y por ende de la trova tradicional y de todo cuanto se les relacionara. Más de un tema suyo me ha propiciado fuerzas para enfrentar un día problemático, aunque después ciertos comportamientos del hombre me llevaran a revalorizar al artista.
-Lo que pasa es que siempre hay curiosidad, indica luego de mi lamento.
Lo ha dicho con calma, en ese tono en que le he escuchado tantas veces, bien al llegar al escenario y luego de ubicarse en la banqueta donde cantará, bien ante colegas de todas partes que hacen lo mismo que yo intento ahora: Conocer un poco más su mundo interior, empresa compleja si se tiene en cuenta que a lo largo de su carrera debe haber escuchado todas las preguntas posibles, debe haberse encontrado a entrevistadores inimaginables. Coloca sobre una mesa la pequeña grabadora con micrófono que me quedo mirando.
-¿Graba sus conversaciones?
-Las suelo grabar de hace un tiempo para acá.
-¿Le han tergiversado muchas veces?
-Me gusta tener un registro. A veces me han tergiversado, bastante. No me parece que vaya a ser el caso. Me ha pasado más bien fuera de Cuba, en algunos lugares. También aquí me ha pasado. Me ha pasado incluso que han querido hacer un libro gente que tiene pensado irse del país. Han querido hacer un libro y me han hecho una cantidad de preguntas, nos hemos visto varias veces y de pronto han desaparecido y han aparecido en otro lado queriendo publicar el libro.
-Es como tener un pasaporte cultural o algo semejante, corroboro, pensando en ese tipo de personas que gusta abrirse camino escudándose en la vida de los demás.
-Parece, asiente él, y pone atención en mis palabras. Quizá trate de adivinar qué quiero preguntarle, de qué quiero hablar, para qué lo he sacado de su refugio. Prosigue: Son cosas extrañísimas. En fin, esas cosas pasan. Y por supuesto, sé absolutamente que no es el caso. Pero, en fin. Me gusta tener un registro, porque también estoy viajando. Estoy en otro lugar y es una forma de recordar las cosas que me pasaron. A veces olvido. Son muchas cosas ya, muchos años…
-Casi setenta, lo pincho.
-Casi setenta, repite, y cavila: Bueno, realmente no llego. Tengo sesenta y siete. En noviembre cumplo sesenta y ocho. Pero mañana, por ejemplo que es el concierto número cincuenta y ocho de la gira, cumplo también cuarenta y siete años de vida profesional. Debuté un 13 de junio.
-¿Fue en la televisión?
-En un programa que se llamaba Música y Estrellas, que dirigía Manolo Riffat.
-¿Se siente viejo?
-Chico, tú sabes que no me siento viejo. En primer lugar, nunca me han gustado los espejos. Dicen que la muerte presume. Es lo único que te hace recordar que el tiempo pasa, en realidad.
- En Nicaro vi, por ejemplo, que había mucho público, pero solo un grupito cantaba. Ese grupito estaba compuesto por gente adulta sobre todo. ¿Siente que su público ha envejecido con usted, con la revolución? ¿Siente que ha envejecido todo?
-Veo que hay mucha gente vieja. Ahora hay más gente vieja en mis conciertos. Generalmente…
-Bueno, es la muestra de que el público ha envejecido
-Sí, pero hay jóvenes también. En mi público inicial había muchos más jóvenes que viejos. Ahora hay de todas las edades. Están los jóvenes atraídos por los padres, porque algunos escuchan la trova y escuchan lo que uno hace, o porque saben de uno, porque uno es más o menos famoso y sale en la televisión o en la radio, o se habla de uno. Y están los de media edad, que tuvieron tiempo de participar en esa época en la que uno todavía tenía una presencia más energética, sobre todo en los medios de aquí de Cuba. Y están la gente que son más o menos de la edad de uno, y que gustaron o gustan todavía de lo que uno hace.
-¿Y por qué una gente “más o menos famosa” decide ir a los barrios marginales, incluso ubicados en la periferia del país?
-Quizá de afuera se ve así, pero realmente uno no es ni famoso, ni exitoso, ni ningún oso. Uno es sencillamente una persona que desde que comenzó a trabajar ha tenido un propósito, ha tenido una visión de la cultura, de la canción; ha tenido una visión, aunque no me gusta usar palabras muy altisonantes, del compromiso. Pero sí, indudablemente hay compromiso, hay gustos, afinidades, atracciones, hay simpatías. La ley de la simpatía, las cosas que se atraen y se juntan van creando un universo, una gravedad. Otra razón más por la que uno no piensa en los años. En ese sentido uno sigue siendo el mismo. Sigue pensando de la misma manera, sigue sintiendo los mismos compromisos, sigue sintiendo que lo que uno hace es parte de la sociedad y de una manera determinada, que no es la búsqueda de la fama, del dinero, de la celebridad; es la búsqueda de otras cosas que están en todo el mundo, pero que están en uno. ¿Y qué es lo que está en todos nosotros? Ni más ni menos que la sensación de estar vivo, de que te haya tocado una época y un tiempo, y que es una dádiva, un don, una suerte que tuviste al haber estado vivo y haber pasado por esta experiencia. Y tratas de aprovecharla lo más intensamente posible, darle una utilidad pasajera en este mundo de los vivos. No lo digo porque crea que haya un mundo de los muertos; sino, en este mundo de la conciencia, de la percepción y de que uno se da cuenta de las cosas y puede actuar. Es así. Me considero el mismo. Por eso estoy aquí y por eso hago estas cosas. También hay razones un poco más específicas. Hay tiempos en que te impulsan más a hacer determinadas cosas que otros. Este momento de cambios de Cuba en que hay muchas cosas a favor y muchas cosas en contra, y donde gran parte de la población es probable tenga que pasar por una serie de vicisitudes y trabajos y problemas y carencias que se suman a muchos trabajos, vicisitudes y carencias que durante tantos años hemos tenido. Hace años, con otra perspectiva y visión del mundo. Ahora resulta que con otra.
- ¿Y eso no ha mellado lo que se llama “futuro” o “porvenir” o “esperanza del futuro”?
-Oye, en todos los países, en todos los tiempos y circunstancias la gente tiene más o menos los mismos problemas. Está viva y en una sociedad, quiere progresar, ser mejor, quiere tener más posibilidades de vida, gozar más plenamente de la existencia y quiere un mejor futuro para sí y para los suyos. Es normal. Nos pasa a todos, en todas las sociedades que he conocido, en todas; unas más desarrollas, otras menos; unas gobernadas de una manera, otras gobernadas de otras.
-Pero antes, por ejemplo, había una esperanza: Se llegaría al comunismo.
-Antes sí, al comunismo o no se sabía. Cuando uno cantaba: “Te convido a creerme cuando digo futuro” realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba que el futuro iba a ser otro.
-Y viendo este futuro, ¿qué piensa?
-Viendo este futuro… hay que ir a los barrios, hay que seguir andando, hay que seguir trabajando.
-Silvio, pero ir a los barrios no quiere decir estar en los barrios, ¿usted ha estado? ¿Qué ha aprendido?
-He aprendido que la gente está jodida, muy jodida, mucho más jodida de lo que pensaba. Y bueno, eso es una manera de conectarse con la realidad de tu país, de seguir constatando las cosas como son. Es verdad, no vivo en un barrio; es verdad, tengo una vida mucho más cómoda que la inmensa mayoría de los cubanos. Pero no me viro de espaldas, continúo. No solo aquí en Cuba. También pudiera continuar en Cuba y no hacer eso. Pero bueno, lo hago porque me parece que es mi manera de hacer una contribución, de estar comprometido con mi realidad, con mi gente, con mi pueblo.
-También lo veo como una cruzada cultural en tiempos en los que advierto una especie de conspiración contra la cultura por la que pasa Cuba y el mundo, la gente no lee, escucha una mala música…
-Mira, yo fui adolescente y me hice hombre en una época en que había muchas condiciones para que la cultura germinara. Para empezar, se hizo una campaña de alfabetización, se fundó una Editora Nacional y empezaron a proliferar los libros y la literatura universal. Entró el cine de arte como arte, se le empezó a dar una relevancia a la literatura latinoamericana, hubo instituciones, organismos, reuniones, concursos, una serie de manifestaciones sociales y todo apuntaba a un compromiso con la cultura, que es también un compromiso con la historia, con lo que ha sembrado el hombre, con lo que ha construido en el mejor sentido. En aquel momento aquí en Cuba había distintos organismos culturales. A mi modo de ver, a la manera en que yo lo sentía, unos más culturales que otros. Unos eran más mediáticos, te hacían entrar en la popularidad y en el gusto más rápidamente. Otros trabajaban más mesuradamente, más tranquilamente, a más largo plazo. Yo siempre tuve afinidad con esos organismos culturales que trabajaban a más largo plazo, para los que la cultura implicaba también estudio, superación y una autosuperación. Me refiero específicamente a dos organismos, a Casa de las Américas y al ICAIC. Lo que había fuera de eso eran el ICRT y el Consejo Nacional de Cultura.
-¿En los tiempos de Pavón?
-Antes de Luis Pavón, que había Consejo Nacional de Cultura.
-Claro, desde 1961.
-Luis Pavón entró tarde y estuvo pocos años. Eso fue como un amago de Ministerio de Cultura, que nunca fue Ministerio de Cultura hasta que después del llamado Quinquenio Gris pusieron a Hart, y fue Hart el que fundó el Ministerio de Cultura. Esos organismos que trabajaban más concienzudamente, menos populistamente, creo fueron los organismos que fundaron cosas que han durado más. Todo lo demás era más efímero: La fama de una canción que aparece por la radio, un rostro que aparece y desaparece por la televisión, o que está en los cabaret, en fin… Siempre tuve la percepción de que era como la lucha de dos maneras de ver la cultura, de ver el mundo, la realidad y también de ver el futuro. Uno, en palabras muy rápidas, pudiera caracterizarse como algo más chabacano, el otro como más estudioso; uno con más prisa, otro con menos prisa. Yo me di cuenta de que había una especie de guerra, de que todo aquello era una especie de guerra entre dos concepciones de ver y estar en el mundo. Hoy por hoy parece que lo que yo consideraba en frente es lo que ha ganado la guerra. Pareciera que gano la lentejuela, el oropel, la superficialidad, el mal gusto, el populismo. Pero todavía hay gente que trabaja con otra visión de la cultura, con una visión parecida a la que tuvimos nosotros. Y creo siempre se ha manifestado, siempre ha estado y siempre estará. Incluso, si siguen ganando, esta otra visión estará.
-¿Aun con todo el apogeo de la internet y eso? Como decía Phillip Roth, refiriendo el problema del libro y la lectura: Las pantallas nos han derrotado.
-No es solo la internet; en general, la tecnología, que suele democratizar las cosas. Por ejemplo, cuando yo tenía 17 años solo los fotógrafos profesionales o personas con un poder adquisitivo alto podían comprarse una cámara no profesional, porque además la gente buscaba una cámara no profesional, una camarita Kodak que tirara y después ibas a la tienda, te revelaban tu rollo y te daban tu foto. Hoy día casi todo el mundo tiene una cámara, todos hacemos fotos, cualquiera que esté en un lugar con un dispositivo que recoja la luz hace una foto, y puede ser de primera página en los más grandes diarios del mundo. En mi época, cuando yo era adolescente, un joven, era muy difícil tener un dispositivo para grabar una canción. De hecho cuando me pidieron la primera vez un trabajo para el ICAIC tuvieron que prestarme una grabadora, porque como yo en esa época todavía no escribía música, tenía que memorizar las cosas que iba haciendo y me era muy fácil con una grabadora. Se me ocurría una melodía, tocaba en la grabadora, después lo reproducía y sabía que eso quedaba ahí. Hoy día todas las personas, quienes lo necesitan y quienes no lo necesitan, llevan teléfonos, que lo mismo hacen fotos, que graban, y te comunicas desde cualquier punto en que estés. O sea, que la tecnología ha democratizado, le ha dado oportunidad a todo el mundo. También por eso hay tantas manifestaciones musicales, porque hoy en día realmente para grabar una canción no se requiere de un estudio. Se ha puesto hasta de moda grabar en los garajes con cualquier dispositivo. A veces una cosa que queda mal grabada es hasta un detalle simpático y se transforma en una moda grabar con un teléfono, y de pronto se convierte en un boom mundial grabar canciones con un teléfono. Creo que no ha pasado, pero puede pasar. Esa democratización implica una inundación de expresiones poco acabadas en todos los sentidos. Los escritores, ahora por internet, hacen sus libros. Cualquiera publica cualquier cosa, en cualquier sentido. En el siglo XIX para que te publicaran un libro pasabas… en primer lugar porque imprimir un libro era un costo, un gasto, había una serie de tamices por lo que pasaba un libro, editores, especialistas, revistas con un prestigio, no publicaban cualquier cosa. Hoy en día cualquiera escribe un reportaje de lo que sea, cualquiera publica una foto de lo que sea, cualquiera escribe una canción de lo que sea.
-¿Eso no ha llevado a una abulia, a que todo pierda su valor o que al final gane la frivolidad?
-Exactamente. Esa es una de las cosas que ha introducido la democratización de los avances tecnológicos en el mundo moderno. Yo lo veo así. Esto hace que proliferen las elites. ¿En qué sentido? Los que son más exigentes, ante esta invasión inmisericorde de expresiones enloquecidas, los más exquisitos, los que tienen gustos más refinados, más sofisticados, tienden a aislarse y a crear guetos. Estamos ante un fenómeno cultural que empieza a manifestarse universalmente y ante el que nosotros no escapamos, porque ya tenemos encima la tecnología, nos guste o no nos guste, nos convenga o no nos convenga, nos agrade o no nos grade. Ya todo el mundo anda con un teléfono, se comunica… hasta los espías. En la década de los sesenta yo me acuerdo que cuando el G2 agarraba a un espía, lo agarraba con un aparto sofisticado de mandar señales. Están las películas de la Segunda Guerra Mundial, los espías andaban con una maletica y unos aparatos de onda corta para mandar señales en una frecuencia especial, emitían sus informes y todo eso. Hoy en día nada de eso hace falta. Marcas cero, cero, uno y estás comunicándote con los Estados Unidos.
-Y es más difícil prohibir.
-Más difícil no, es más loco además. Es mucho más difícil. La diversidad ha llegado. La tecnología ha permitido que esa diversidad, que esa exuberancia de posibilidades nos arrastre.
-Cualquiera puede ver cualquier cosa, y en cualquier lugar. Creo que en Nicaro se encontró con alguien que escribe a su blog.
-Sí, lo que pasa es que ahí hay una familia que se comunica conmigo. Ellos tienen un trabajo en el que hay un poquito de internet, y a veces se comunican un poquito y logran entrar al blog. Pero, en realidad lo que hacen es que algunas personas que también participan del blog, que son extranjeros, se comunican con ellos, les pasan los post y los mensajes que hay y las participaciones, y entonces ellos responden por esa vía.
- Cuánto trabajo pasamos, ¿no? Y todavía hay una resistencia a la internet.
-Sí… Bueno, en fin… Se plantea que tecnológicamente está toda esa discusión de famoso cable de Venezuela, toda esa cosa. Es verdad, hay que crear una infraestructura aquí, que cuesta dinero. Pero los cables telefónicos están desde hace muchos años echados en Cuba y el sistema inalámbrico es una cosa que sí, debe costar su dinero, pero cada vez debe costar menos, cada vez es una cosa más común. Veremos qué hacer cuando Google ponga en órbita los 180 satélites esos que tiene pensados poner para darle internet a la parte del mundo que no tiene, cubanos incluidos supongo. Vamos a ver las nuevas generaciones a quiénes les agradecen el internet. Es uno de los grandes problemas que tenemos ahora mismo. El joven que no está pensando en otra cosa que mirar lo que le interesa, en resolver, en conectarse con la página del reguetonero no sé quién, lo que sea, lo que tenga en mente, y que de pronto, de un día para otro haga así, pácata, y con su telefonito se conecte con cualquier lugar del mundo. ¿A quién se lo va a agradecer?: ¿A nosotros?, ¿a nuestro país?, ¿a su gobierno?, ¿o a Google?
-Además, ese individuo será como el cuento del hombre dominado por el pececito al que observa, cada vez es más vulnerable culturalmente.
-Sí, sí. Imagínate. Ese reguero tecnológico indiscriminado es también un reguero de dominación, de dominación ideológica, de dominación cultural.
-¿Entonces qué han ganado aquellas instituciones culturales que iban por la instrucción del individuo hasta convertirlo en alguien con pensamiento crítico?
-Ha ganado eso, ha ganado la formación de gente que piensa críticamente, y que ha pagado un precio por pensar críticamente.
-Y es la minoría.
-Sí, es una minoría, sin lugar a dudas. Y va a seguir siendo una minoría. A mí no me cabe dudas de eso. Mientras más democrática sea la posibilidad expresiva más valioso va a ser lo exclusivo.
-Para esta gira usted ha hecho un alto en un disco que graba, ¿creo que es un descarte de las canciones del Descartes o algo así? ¿Se llama Amoríos?
-No es un descarte, son canciones que nunca había grabado.
-¿Pero, no estuvieron pensadas alguna vez para Descartes?; por cierto, el disco suyo que más me gusta.
-No, no estuvieron pensadas para Descartes. En realidad Descartes es un disco con canciones que salen de los descartes de otros discos.
- Claro, pero yo pensé que este eran descartes del Descartes.
-Le iba a poner Sobras, pero me pareció demasiado fuerte. Estas son canciones que nunca grabé, que nunca toqué. Toqué otras y esas las dejé. Son canciones de relaciones de pareja, todas.
-En Descartes hay una frase que me resulta fascinante, una de Vida y otras cuestiones: “¿Cómo sabrá la cerveza que el sepulturero se beberá cuando acabe de darme abrigo?” Me gusta mucho. A través de ella intuyo cierta preocupación por ese asunto de lo que ocurrirá luego, como individuo y como parte de la sociedad.
-A veces uno mira las nubes y añora la vida. A veces uno mira las nubes y dice: Qué maravilla, nuestros aborígenes levantaron los ojos y vieron pasar las mismas formas, u otras, pero vieron el mismo paisaje que vemos nosotros ahora. Y cuando uno no esté habrá quien levante los ojos y lo vea. Eso es fascinante, ¿no? Se trata de eso, no de otra cosa, dicho a través de la cerveza que se va a tomar…
-Pero es excelente. Es una frase que se relaciona mucho con mi preocupación filosófica.
-Sí, es… ¿qué pasará al minuto siguiente a la muerte?
-También me lo he preguntado: Cómo seguirá la vida sin uno, si pudiera verla. ¡Tremendo…!, exclamo, y me hubiera volcado a una reflexión existencialista de no ser porque recuerdo que esta entrevista también tiene como objetivo ser publicada en el periódico para el cual trabajo y al cual, más que de filosofía, para mi pesar, le interesan declaraciones directas sobre la visita. Recapacito y, rompiendo el trance, le hago otro comentario: Estas presentaciones en Mayarí, Nicaro y Moa tiene que ver mucho con su relación con Frank Fernández, una amistad muy antigua.
-Sí, esto lo planificamos desde hace rato. Hace rato hablamos de la posibilidad de que yo fuera a Mayarí y el a San Antonio, de hacer ese intercambio. Somos amigos desde hace muchos años.
-¿Y qué es la amistad para usted?
-La amistad es una cosa imprescindible. No en balde Martí dijo que era la joya mejor. Hay otras joyas, buenas también. Pero sin dudas la amistad es lo que uno funda con personas a fines. Estábamos hablando ahorita de las afinidades, de esas leyes gravitacionales que hacen que cosas, que ideas, que personas giren en torno a cosas comunes, a identidades.
-Pequeños detalles invisibles.
-A veces pequeños, a veces más grandes. Detalles, detalles de la existencia. Y coincidencias, porque tú sabes que, como dice el dicho, cada gente es un mundo. Y dentro de ese mundo de tanta gente uno encuentra aquí, allá, a cuyá esos detallitos que te van uniendo con los demás. En el caso de Frank, lo conocí cuando él volvía de Rusia, de la Unión Soviética, con su diploma de oro del Chaikovski. Entonces era la joven promesa, extraordinario. Estaba muy vinculado al Comité Nacional de la Juventud Comunista, y yo tenía un amigo allí. Ese amigo nos presentó. Fuimos a su casa y empezamos a hacer colaboraciones. Era cuando se hacían aquellas galas por el 4 de abril. Él empezó también a trabajar con nosotros, a planificar las galas, a dirigirlas. Nos pedía canciones. Hicimos canciones para algunas galas. Después fue productor de mi primer disco.
-Tienen pensado volver a Holguín, creo, en agosto.
-No sé si en agosto. ¿En agosto…? No, jamás en agosto. Hicimos Mayarí, Nicaro y Moa. Es lo que teníamos planificado. Más adelante nos pidieron hacer algo aquí también, en Holguín, en la ciudad. Me gustaría en un barrio de Holguín. Para eso me voy a asesorar bien, porque tendría que ser en un barrio de los que necesitan más esto que hacemos. Me gustaría en esa ocasión ir también a Gibara. Fui el otro día y es un lugar fascinante.
-¿No tiene pensado cantar en teatro, para el otro público?
-El público que va al teatro puede ir al barrio.
-Claro, pero hay quien necesita espacios más cómodos.
-Llevo tres años sin tocar en teatro. Solo en barrios.
-¿Y se siente cómodo?
-Me siento más a gusto.
-¿Sí?
-Me siento más a gusto porque me parece que es un trabajo más útil, y un reto.
-Pero, para un hombre tan exigente con el público como usted…
-Es un reto también, porque es un público que a veces no está acostumbrado al tipo de trabajo que uno hace, a lo mejor están acostumbrados a escuchar otro tipo de música. Siempre la gente corea algunas canciones. Incluso jóvenes. Es fantástico. No sé cómo se la saben.
-Sé de anécdotas, ahora leyendas famosas, en las que usted enfrenta al público, le pide silencio. Y en un barrio se grita, hay bulla... ¿No lo sacan de paso?
-Eran cosas que ocurrían cuando uno empezaba. Yo nunca me vi como cantante. Siempre me vi como un compositor que exponía lo que hacía. Y como no cantaba cosas…o pensaba yo que no cantaba tonterías, a lo mejor también cantaba tonterías. En definitiva, todos caemos en tonterías de una u otra forma. A veces, pensando que no somos tontos somos los más tontos del mundo. Pero, empezaba, y veía con tanto respeto lo que yo hacía, y me parecía que mucha gente iba realmente a comulgar con la canción de la manera en que yo la asumía. Y de pronto, que hubiera gente más acostumbrada a la cosa farandulera o lentejuelezca me molestaba. Y gente que pedían, y que hablaban, pues mandaba a callar a la gente. En alguna ocasión me levanté y me fui también. Lo hice. En otros lugares me botaron. Varias veces me botaron de los lugares. Pero fueron cosas más relacionadas con los inicios.
-Eso ayudó a tejer una leyenda de un Silvio que no sea quizá el Silvio real, ¿es muy difícil ser el Silvio verdadero?
-Yo nunca he sido una persona agresiva, para nada. Todo lo contrario. Si me agreden, trato de defenderme; pero no es que sea mi naturaleza. ¿Sabes qué pasa? Como yo, y no solo yo, sino alguno de nosotros éramos un poco contraculturales, hacíamos un poco de contracultura, contracultura convencional, se tejió también alrededor nuestro, por cuestiones políticas, de defensa de esa cultura entre comillas, una leyenda un poquito, no voy a decir que negra porque sería demasiado, pero sí gris con pespuntes negros. Es lo que yo pienso. Hubo un momento incluso en que se decía que la Nueva Trova se quería adueñar de la cultura, y que quería que todo fuera como ella. Nada más alejado de la realidad. A nosotros se nos hicieron campañas dentro de ese mundo lentejuelezco. En el fondo eran campañas políticas porque eran campañas que miraban el arte como pedestal, no como ara.
-¿Por eso ustedes alguna que otra vez combatieron ese arte, aquella otra forma de hacer canción?
Realmente yo no me dediqué a eso. Yo hice una sola canción que habla de eso.
-Pero digo, en entrevistas, a través de comentarios públicos.
-Si me das una referencia yo te la respondo, porque ahora no recuerdo haber combativo nada en ese sentido. Sí creo que hice una canción, La Masa, que habla de eso, de las distintas maneras de asumir el arte, en mi caso la canción. Pero no insistí. No fue un cruzado tampoco. Mi cruzada era hacer canciones buenas, de calidad. Esa ha sido mi única cruzada en la vida, hacer canciones diferentes, incluso en contrapunto de mis propias canciones, porque no me gusta que ninguna canción mía se parezca a otra.
- A propósito, qué le ha parecido la versión que grabó Shakira de La Masa para el disco de Mercedes Sosa.
-Me parece muy bien. Estoy acostumbrado a que Mercedes cante canciones mías. Cantó muchas. Recuerdo especialmente dos, arregladas por Charly. Hizo una versión de Unicornio preciosa para un disco. Y la otra era La Masa, en una versión de Charly García. Los arreglos son así… bueno, ella es un clásico, pero los arreglos de Charly son fabulosos. No me acuerdo cómo se llama el disco. Y bueno, esta joven… me parece maravilloso. Me sorprendió, porque evidentemente no está en esa línea de trabajo.
-¿Su elección para colaborar con otros artistas de qué depende? Recuerdo cuando estaba prohibido José Feliciano aquí, y usted fue como la puerta para que volviera a escucharse en los medios.
-Es que aquí, como en todas partes, se tejen leyendas sobre artistas. Hemos estado muy aislados durante muchos años, y aquellos años eran de gran aislamiento. No existía internet. No había forma de saber qué era la verdad detrás de todo eso. También a veces los artistas en determinadas coyunturas saben qué es lo que se está cocinando, le hacen una pregunta y hacen una concesión, sueltan una cosita un poquito pesada para contentar el ambiente que los está entrevistando. Aquí a veces nos tomamos esas cosas demasiado a pecho. Y son cosas a veces circunstanciales. Son cosas de las que después los artistas ni se acuerdan. Hay otros que sí, que tienen una postura y una forma de pensar muy definida y son defensores de una forma.
Silvio se queda pensativo, y me mira como si otra vez tratara de averiguar qué pienso, y yo a su vez lo miro a él.
-Hay una cosa que te quiero decir antes de que te vayas, dice: Me parece muy importante. Ayer me llamó Gerardo Hernández, ¿sabes quién es Gerardo?
Lo observo con sospecha, porque quién no conoce en Cuba a Gerardo Hernández, si en cada esquina hay un afiche donde se puede ver su rostro junto al de los otros cuatro que han pasado a conocerse como: Los Cinco.
-Sí, respondo.
-Yo nunca había hablado con él. Cuando estuve en Estados Unidos hace tres o cuatro años tratamos de hablar pero no fue posible. Hablé con otros dos o tres compañeros suyos, pero con él no pude. Primera vez que hablo con él y fue una conversación extraordinaria. Y es porque en Mayarí sentí que el teléfono me sonaba cuando estaba cantando las últimas canciones. Me tapaba el atril y lo saqué disimuladamente. Vi que habían unas cuantas llamadas. Lo desconecté porque estaba sonando y tenía miedo de que se metiera por el micrófono. Cuando terminé volví a fijarme. Era una llamada de los Estados Unidos porque tenía un uno delante. Y sonó otra vez. Era una emisora de los Ángeles que hacía un programa especial para Gerardo por el día de su cumpleaños. Me hicieron una entrevista. Hablé un ratico con la muchacha que me entrevistó y él oyó la entrevista. Entonces localizó mi teléfono y me llamó, por supuesto que era para agradecerme. Uno habla con esos hombres que están pasando tantas vicisitudes, que han sido tan maltratados, y tratados con tanta injusticia y realmente le dan lecciones a uno de supervivencia, uno se queja… Yo había llamado a alguien para que me mirara el aire acondicionado, porque no estaba funcionando bien. Y me dije: Caballero, le ronca. Uno está preocupado porque no funciona bien el aire acondicionado y este hombre lleva 16 años presos, tiene dos o tres condenas de por vida y te habla con un optimismo, con una seguridad, con una firmeza, con una fe tan grande en que se va a hacer justicia, en que va a estar un día aquí. Realmente es muy conmovedor. Y nos hace pensar mucho. Me preguntó: ¿Dónde tú estás? Le digo: Estoy en Holguín. Entonces dice: Coño, Holguín, ¿tú sabes, por cierto, que Holguín es una de las provincias de Cuba de las que yo recibo más cartas? Digo: ¿De verdad? Dice: Sí, no te puedo decir ahora que es la que más porque tendría que contarlo, pero te garantizo que es una de las provincias de Cuba de las que más cartas recibo. Tú pudieras transmitir de mi parte… Me dijo eso y por eso te lo estoy trasmitiendo: Tú pudieras transmitir de mi parte mi gratitud al pueblo holguinero por no olvidarse de nosotros. Así que tienes para mí esa mínima misión.
-También una prima mía le escribía a uno. A Antonio, creo.
-Hay mucha gente del pueblo que les escribe. Y de otros pueblos. Ellos reciben una cantidad de cartas. Yo no sé qué harán con tantas cartas. Cómo las tendrán metidas. No sé cómo resolverán ellos ese problema.
-¿Y su relación con el pueblo holguinero cómo ha sido?
Mi relación con el pueblo holguinero ha sido maravillosa, con el público y con gente que he conocido en la calle.
-Ya que nos referimos a Amoríos, ¿amores holguineros ha tenido?
-Sí, dice como quien primero lo piensa un poco.
-¿Hay canciones que tienen que ver con esos amoríos?
-Sí, responde en el mismo tono.
-¿Una mujer con sombrero tiene que ver con esos amoríos?
-No, dice rápido, y para salir del tema, pues me interesa más dejar el misterio que descubrir el nombre de la que debe ser una bella mujer, le aseguro que estamos como en Escriba y Lea. Silvio sonríe, ríe, repite: Estamos como en Escriba y Lea. Piensa y murmura varias veces la palabra “Sí” antes de soltar: Hay un amor holguinero bastante intenso. Puedes publicarlo además. Le escribí un poema una vez. Es probable que también esté en alguna canción.
-¿Entonces Camino a Camagüey pudo haber sido camino a Holguín?
-Sí, dice él: Una vida ya, unos cuantos años. Pasan muchas cosas en una vida.
Después hablamos un rato sobre pintura, sobre la posibilidad de que algún día sea nominado al Premio Nacional de Literatura debido a que galardones semejantes, le digo, recibieron cantautores como Leonard Cohen o Bob Dylan. Responde que eso solo sucede en el primer mundo. “En el tercer mundo no, donde todos tienen que defender sus predios de publicación. Imagínate, si todo aquí se confunde, además de las pocas publicaciones de poesías que hay que también los trovadores empecemos a usurparle espacios a los poetas. Yo prefiero, al menos por ahora, hasta que no haya posibilidades de publicar más, que sigan los poetas en lo suyo, y los trovadores en lo suyo.”
También hablamos del escritor argentino Ernesto Sábato, a quien admiro, y con quien Silvio mantuvo una buena amistad de la cual queda al menos una pista en las palabras de presentación para Descartes, escritas por el autor de Sobre Héroes y tumbas. “Era un hombre atormentado”, me dice.
-Creo que todo artista lo es, digo: Usted también debe tener sus tormentos.
-Mis tormentos y mis tormentas, dice: Todos las tenemos.
Al final Silvio me regala un ejemplar del libro Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez en los barrios de La Habana, de Mónica Rivero y Alejandro Ramírez. Porque casualmente ando con mi único libro publicado decido reciprocarle el gesto con el ejemplar. Y para no ser menos, se lo dedico. Entonces no sé por qué me sale una dedicatoria torpe, totalmente intolerable por culpa de una rima que no hubiera escrito ni cuando empezaba a escuchar sus canciones previo a la adolescencia. Recordando esas palabras pienso que, al fin, en la conversación no invocamos ni a la economía ni a los conciertos que hacía por el oriente de Cuba, tan solo convocamos recuerdos de un entrevistador, recuerdos de los cuales Silvio Rodríguez forma parte y, sin saberlo, tuvo a bien azuzarlos.
“¿Tú no eres Juan Triana?”, pregunta Silvio Rodríguez con unos papeles en las manos cuando tomamos asiento. Su interrogante me deja pensando, porque Juan Triana es el nombre de quien fuera mi profesor de Problemas de la Economía Cubana, un eminente y popular economista desde que sus conferencias dieran la vuelta a Cuba como aquellas carreras de bicicletas, aunque gracias a la solidaridad de los cubanos que nos hace ir pasando de memoria flash en memoria flash una información cuando parece relevante. Me quedo pensando porque las entrevistas son como las sesiones en el espiritismo. Uno invoca algo, que evidentemente debe ser el lado más sincero del entrevistado, y según estado anímico y circunstancia así serán las respuestas.
Lo había esperado con un libro de Ricardo Piglia en las manos, tumbado en un asiento en el fondo del lobby del hotel Pernik donde se hospedaba junto a su esposa, la clarinetista y flautista Niurka González. Silvio Rodríguez viajó hasta el oriente del país para cantar en tres pueblos distantes de la cabecera provincial, siguiendo así el propósito de ofrecerle su música al público más desfavorecido, ese que habita zonas marginales, lo cual no implica solo la conceptualización sociológica del término. En el hotel también descansan los músicos de Trovarroco, tres excelentes guitarristas villaclareños que junto al percusionista Oliver Valdés confieren en los últimos tiempos otra sonoridad a su obra.
Al verlo, me pongo de pie y lo saludo. Responde amable estirando el brazo y lo primero que se impacta contra mi visión es el famoso tatuaje de la rosa y la calavera que se hiciera entre el pulgar y el índice de la mano derecha en los que fueran días trascendentales a bordo del Playa Girón. El trovador, nacido el 29 de noviembre de 1946, en San Antonio de los Baños, viste jeans y pulóver azul turquí con bandera cubana sobre el lado izquierdo del pecho. Suele llevar ese tipo de prenda, quizá para dejar claras muchas ideas que con solo ver una bandera cubana vienen a la mente. Ando sin fotógrafo, pues no quiero interrupciones en el diálogo.
Le advierto que carezco de cuestionario. Aborrezco las entrevistas preconcebidas. Me parecen interrogatorios policiales. Mi estilo es el de la gente común, prefiero conversar pese a los inconvenientes de la memoria.
-Mejor, asiente él.
También debo ser sincero y le ofrezco otro dato.
-Ni siquiera debía entrevistarlo, le digo algo inquieto, pues al fin y al cabo es una confesión: De la gente a la cual uno ha admirado su obra más vale permanecer lejos, pues ocurre un poco como el poema: No debe volverse a los lugares adonde se ha sido feliz.
Las canciones de Silvio Rodríguez me ha hecho feliz muchas veces. Estoy habituado a ellas desde la temprana adolescencia, cuando con entusiasmo empecé a escucharlo a él, y a Pablo Milanés, y me hice seguidor de la Nueva Trova y por ende de la trova tradicional y de todo cuanto se les relacionara. Más de un tema suyo me ha propiciado fuerzas para enfrentar un día problemático, aunque después ciertos comportamientos del hombre me llevaran a revalorizar al artista.
-Lo que pasa es que siempre hay curiosidad, indica luego de mi lamento.
Lo ha dicho con calma, en ese tono en que le he escuchado tantas veces, bien al llegar al escenario y luego de ubicarse en la banqueta donde cantará, bien ante colegas de todas partes que hacen lo mismo que yo intento ahora: Conocer un poco más su mundo interior, empresa compleja si se tiene en cuenta que a lo largo de su carrera debe haber escuchado todas las preguntas posibles, debe haberse encontrado a entrevistadores inimaginables. Coloca sobre una mesa la pequeña grabadora con micrófono que me quedo mirando.
-¿Graba sus conversaciones?
-Las suelo grabar de hace un tiempo para acá.
-¿Le han tergiversado muchas veces?
-Me gusta tener un registro. A veces me han tergiversado, bastante. No me parece que vaya a ser el caso. Me ha pasado más bien fuera de Cuba, en algunos lugares. También aquí me ha pasado. Me ha pasado incluso que han querido hacer un libro gente que tiene pensado irse del país. Han querido hacer un libro y me han hecho una cantidad de preguntas, nos hemos visto varias veces y de pronto han desaparecido y han aparecido en otro lado queriendo publicar el libro.
-Es como tener un pasaporte cultural o algo semejante, corroboro, pensando en ese tipo de personas que gusta abrirse camino escudándose en la vida de los demás.
-Parece, asiente él, y pone atención en mis palabras. Quizá trate de adivinar qué quiero preguntarle, de qué quiero hablar, para qué lo he sacado de su refugio. Prosigue: Son cosas extrañísimas. En fin, esas cosas pasan. Y por supuesto, sé absolutamente que no es el caso. Pero, en fin. Me gusta tener un registro, porque también estoy viajando. Estoy en otro lugar y es una forma de recordar las cosas que me pasaron. A veces olvido. Son muchas cosas ya, muchos años…
-Casi setenta, lo pincho.
-Casi setenta, repite, y cavila: Bueno, realmente no llego. Tengo sesenta y siete. En noviembre cumplo sesenta y ocho. Pero mañana, por ejemplo que es el concierto número cincuenta y ocho de la gira, cumplo también cuarenta y siete años de vida profesional. Debuté un 13 de junio.
-¿Fue en la televisión?
-En un programa que se llamaba Música y Estrellas, que dirigía Manolo Riffat.
-¿Se siente viejo?
-Chico, tú sabes que no me siento viejo. En primer lugar, nunca me han gustado los espejos. Dicen que la muerte presume. Es lo único que te hace recordar que el tiempo pasa, en realidad.
- En Nicaro vi, por ejemplo, que había mucho público, pero solo un grupito cantaba. Ese grupito estaba compuesto por gente adulta sobre todo. ¿Siente que su público ha envejecido con usted, con la revolución? ¿Siente que ha envejecido todo?
-Veo que hay mucha gente vieja. Ahora hay más gente vieja en mis conciertos. Generalmente…
-Bueno, es la muestra de que el público ha envejecido
-Sí, pero hay jóvenes también. En mi público inicial había muchos más jóvenes que viejos. Ahora hay de todas las edades. Están los jóvenes atraídos por los padres, porque algunos escuchan la trova y escuchan lo que uno hace, o porque saben de uno, porque uno es más o menos famoso y sale en la televisión o en la radio, o se habla de uno. Y están los de media edad, que tuvieron tiempo de participar en esa época en la que uno todavía tenía una presencia más energética, sobre todo en los medios de aquí de Cuba. Y están la gente que son más o menos de la edad de uno, y que gustaron o gustan todavía de lo que uno hace.
-¿Y por qué una gente “más o menos famosa” decide ir a los barrios marginales, incluso ubicados en la periferia del país?
-Quizá de afuera se ve así, pero realmente uno no es ni famoso, ni exitoso, ni ningún oso. Uno es sencillamente una persona que desde que comenzó a trabajar ha tenido un propósito, ha tenido una visión de la cultura, de la canción; ha tenido una visión, aunque no me gusta usar palabras muy altisonantes, del compromiso. Pero sí, indudablemente hay compromiso, hay gustos, afinidades, atracciones, hay simpatías. La ley de la simpatía, las cosas que se atraen y se juntan van creando un universo, una gravedad. Otra razón más por la que uno no piensa en los años. En ese sentido uno sigue siendo el mismo. Sigue pensando de la misma manera, sigue sintiendo los mismos compromisos, sigue sintiendo que lo que uno hace es parte de la sociedad y de una manera determinada, que no es la búsqueda de la fama, del dinero, de la celebridad; es la búsqueda de otras cosas que están en todo el mundo, pero que están en uno. ¿Y qué es lo que está en todos nosotros? Ni más ni menos que la sensación de estar vivo, de que te haya tocado una época y un tiempo, y que es una dádiva, un don, una suerte que tuviste al haber estado vivo y haber pasado por esta experiencia. Y tratas de aprovecharla lo más intensamente posible, darle una utilidad pasajera en este mundo de los vivos. No lo digo porque crea que haya un mundo de los muertos; sino, en este mundo de la conciencia, de la percepción y de que uno se da cuenta de las cosas y puede actuar. Es así. Me considero el mismo. Por eso estoy aquí y por eso hago estas cosas. También hay razones un poco más específicas. Hay tiempos en que te impulsan más a hacer determinadas cosas que otros. Este momento de cambios de Cuba en que hay muchas cosas a favor y muchas cosas en contra, y donde gran parte de la población es probable tenga que pasar por una serie de vicisitudes y trabajos y problemas y carencias que se suman a muchos trabajos, vicisitudes y carencias que durante tantos años hemos tenido. Hace años, con otra perspectiva y visión del mundo. Ahora resulta que con otra.
- ¿Y eso no ha mellado lo que se llama “futuro” o “porvenir” o “esperanza del futuro”?
-Oye, en todos los países, en todos los tiempos y circunstancias la gente tiene más o menos los mismos problemas. Está viva y en una sociedad, quiere progresar, ser mejor, quiere tener más posibilidades de vida, gozar más plenamente de la existencia y quiere un mejor futuro para sí y para los suyos. Es normal. Nos pasa a todos, en todas las sociedades que he conocido, en todas; unas más desarrollas, otras menos; unas gobernadas de una manera, otras gobernadas de otras.
-Pero antes, por ejemplo, había una esperanza: Se llegaría al comunismo.
-Antes sí, al comunismo o no se sabía. Cuando uno cantaba: “Te convido a creerme cuando digo futuro” realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba que el futuro iba a ser otro.
-Y viendo este futuro, ¿qué piensa?
-Viendo este futuro… hay que ir a los barrios, hay que seguir andando, hay que seguir trabajando.
-Silvio, pero ir a los barrios no quiere decir estar en los barrios, ¿usted ha estado? ¿Qué ha aprendido?
-He aprendido que la gente está jodida, muy jodida, mucho más jodida de lo que pensaba. Y bueno, eso es una manera de conectarse con la realidad de tu país, de seguir constatando las cosas como son. Es verdad, no vivo en un barrio; es verdad, tengo una vida mucho más cómoda que la inmensa mayoría de los cubanos. Pero no me viro de espaldas, continúo. No solo aquí en Cuba. También pudiera continuar en Cuba y no hacer eso. Pero bueno, lo hago porque me parece que es mi manera de hacer una contribución, de estar comprometido con mi realidad, con mi gente, con mi pueblo.
-También lo veo como una cruzada cultural en tiempos en los que advierto una especie de conspiración contra la cultura por la que pasa Cuba y el mundo, la gente no lee, escucha una mala música…
-Mira, yo fui adolescente y me hice hombre en una época en que había muchas condiciones para que la cultura germinara. Para empezar, se hizo una campaña de alfabetización, se fundó una Editora Nacional y empezaron a proliferar los libros y la literatura universal. Entró el cine de arte como arte, se le empezó a dar una relevancia a la literatura latinoamericana, hubo instituciones, organismos, reuniones, concursos, una serie de manifestaciones sociales y todo apuntaba a un compromiso con la cultura, que es también un compromiso con la historia, con lo que ha sembrado el hombre, con lo que ha construido en el mejor sentido. En aquel momento aquí en Cuba había distintos organismos culturales. A mi modo de ver, a la manera en que yo lo sentía, unos más culturales que otros. Unos eran más mediáticos, te hacían entrar en la popularidad y en el gusto más rápidamente. Otros trabajaban más mesuradamente, más tranquilamente, a más largo plazo. Yo siempre tuve afinidad con esos organismos culturales que trabajaban a más largo plazo, para los que la cultura implicaba también estudio, superación y una autosuperación. Me refiero específicamente a dos organismos, a Casa de las Américas y al ICAIC. Lo que había fuera de eso eran el ICRT y el Consejo Nacional de Cultura.
-¿En los tiempos de Pavón?
-Antes de Luis Pavón, que había Consejo Nacional de Cultura.
-Claro, desde 1961.
-Luis Pavón entró tarde y estuvo pocos años. Eso fue como un amago de Ministerio de Cultura, que nunca fue Ministerio de Cultura hasta que después del llamado Quinquenio Gris pusieron a Hart, y fue Hart el que fundó el Ministerio de Cultura. Esos organismos que trabajaban más concienzudamente, menos populistamente, creo fueron los organismos que fundaron cosas que han durado más. Todo lo demás era más efímero: La fama de una canción que aparece por la radio, un rostro que aparece y desaparece por la televisión, o que está en los cabaret, en fin… Siempre tuve la percepción de que era como la lucha de dos maneras de ver la cultura, de ver el mundo, la realidad y también de ver el futuro. Uno, en palabras muy rápidas, pudiera caracterizarse como algo más chabacano, el otro como más estudioso; uno con más prisa, otro con menos prisa. Yo me di cuenta de que había una especie de guerra, de que todo aquello era una especie de guerra entre dos concepciones de ver y estar en el mundo. Hoy por hoy parece que lo que yo consideraba en frente es lo que ha ganado la guerra. Pareciera que gano la lentejuela, el oropel, la superficialidad, el mal gusto, el populismo. Pero todavía hay gente que trabaja con otra visión de la cultura, con una visión parecida a la que tuvimos nosotros. Y creo siempre se ha manifestado, siempre ha estado y siempre estará. Incluso, si siguen ganando, esta otra visión estará.
-¿Aun con todo el apogeo de la internet y eso? Como decía Phillip Roth, refiriendo el problema del libro y la lectura: Las pantallas nos han derrotado.
-No es solo la internet; en general, la tecnología, que suele democratizar las cosas. Por ejemplo, cuando yo tenía 17 años solo los fotógrafos profesionales o personas con un poder adquisitivo alto podían comprarse una cámara no profesional, porque además la gente buscaba una cámara no profesional, una camarita Kodak que tirara y después ibas a la tienda, te revelaban tu rollo y te daban tu foto. Hoy día casi todo el mundo tiene una cámara, todos hacemos fotos, cualquiera que esté en un lugar con un dispositivo que recoja la luz hace una foto, y puede ser de primera página en los más grandes diarios del mundo. En mi época, cuando yo era adolescente, un joven, era muy difícil tener un dispositivo para grabar una canción. De hecho cuando me pidieron la primera vez un trabajo para el ICAIC tuvieron que prestarme una grabadora, porque como yo en esa época todavía no escribía música, tenía que memorizar las cosas que iba haciendo y me era muy fácil con una grabadora. Se me ocurría una melodía, tocaba en la grabadora, después lo reproducía y sabía que eso quedaba ahí. Hoy día todas las personas, quienes lo necesitan y quienes no lo necesitan, llevan teléfonos, que lo mismo hacen fotos, que graban, y te comunicas desde cualquier punto en que estés. O sea, que la tecnología ha democratizado, le ha dado oportunidad a todo el mundo. También por eso hay tantas manifestaciones musicales, porque hoy en día realmente para grabar una canción no se requiere de un estudio. Se ha puesto hasta de moda grabar en los garajes con cualquier dispositivo. A veces una cosa que queda mal grabada es hasta un detalle simpático y se transforma en una moda grabar con un teléfono, y de pronto se convierte en un boom mundial grabar canciones con un teléfono. Creo que no ha pasado, pero puede pasar. Esa democratización implica una inundación de expresiones poco acabadas en todos los sentidos. Los escritores, ahora por internet, hacen sus libros. Cualquiera publica cualquier cosa, en cualquier sentido. En el siglo XIX para que te publicaran un libro pasabas… en primer lugar porque imprimir un libro era un costo, un gasto, había una serie de tamices por lo que pasaba un libro, editores, especialistas, revistas con un prestigio, no publicaban cualquier cosa. Hoy en día cualquiera escribe un reportaje de lo que sea, cualquiera publica una foto de lo que sea, cualquiera escribe una canción de lo que sea.
-¿Eso no ha llevado a una abulia, a que todo pierda su valor o que al final gane la frivolidad?
-Exactamente. Esa es una de las cosas que ha introducido la democratización de los avances tecnológicos en el mundo moderno. Yo lo veo así. Esto hace que proliferen las elites. ¿En qué sentido? Los que son más exigentes, ante esta invasión inmisericorde de expresiones enloquecidas, los más exquisitos, los que tienen gustos más refinados, más sofisticados, tienden a aislarse y a crear guetos. Estamos ante un fenómeno cultural que empieza a manifestarse universalmente y ante el que nosotros no escapamos, porque ya tenemos encima la tecnología, nos guste o no nos guste, nos convenga o no nos convenga, nos agrade o no nos grade. Ya todo el mundo anda con un teléfono, se comunica… hasta los espías. En la década de los sesenta yo me acuerdo que cuando el G2 agarraba a un espía, lo agarraba con un aparto sofisticado de mandar señales. Están las películas de la Segunda Guerra Mundial, los espías andaban con una maletica y unos aparatos de onda corta para mandar señales en una frecuencia especial, emitían sus informes y todo eso. Hoy en día nada de eso hace falta. Marcas cero, cero, uno y estás comunicándote con los Estados Unidos.
-Y es más difícil prohibir.
-Más difícil no, es más loco además. Es mucho más difícil. La diversidad ha llegado. La tecnología ha permitido que esa diversidad, que esa exuberancia de posibilidades nos arrastre.
-Cualquiera puede ver cualquier cosa, y en cualquier lugar. Creo que en Nicaro se encontró con alguien que escribe a su blog.
-Sí, lo que pasa es que ahí hay una familia que se comunica conmigo. Ellos tienen un trabajo en el que hay un poquito de internet, y a veces se comunican un poquito y logran entrar al blog. Pero, en realidad lo que hacen es que algunas personas que también participan del blog, que son extranjeros, se comunican con ellos, les pasan los post y los mensajes que hay y las participaciones, y entonces ellos responden por esa vía.
- Cuánto trabajo pasamos, ¿no? Y todavía hay una resistencia a la internet.
-Sí… Bueno, en fin… Se plantea que tecnológicamente está toda esa discusión de famoso cable de Venezuela, toda esa cosa. Es verdad, hay que crear una infraestructura aquí, que cuesta dinero. Pero los cables telefónicos están desde hace muchos años echados en Cuba y el sistema inalámbrico es una cosa que sí, debe costar su dinero, pero cada vez debe costar menos, cada vez es una cosa más común. Veremos qué hacer cuando Google ponga en órbita los 180 satélites esos que tiene pensados poner para darle internet a la parte del mundo que no tiene, cubanos incluidos supongo. Vamos a ver las nuevas generaciones a quiénes les agradecen el internet. Es uno de los grandes problemas que tenemos ahora mismo. El joven que no está pensando en otra cosa que mirar lo que le interesa, en resolver, en conectarse con la página del reguetonero no sé quién, lo que sea, lo que tenga en mente, y que de pronto, de un día para otro haga así, pácata, y con su telefonito se conecte con cualquier lugar del mundo. ¿A quién se lo va a agradecer?: ¿A nosotros?, ¿a nuestro país?, ¿a su gobierno?, ¿o a Google?
-Además, ese individuo será como el cuento del hombre dominado por el pececito al que observa, cada vez es más vulnerable culturalmente.
-Sí, sí. Imagínate. Ese reguero tecnológico indiscriminado es también un reguero de dominación, de dominación ideológica, de dominación cultural.
-¿Entonces qué han ganado aquellas instituciones culturales que iban por la instrucción del individuo hasta convertirlo en alguien con pensamiento crítico?
-Ha ganado eso, ha ganado la formación de gente que piensa críticamente, y que ha pagado un precio por pensar críticamente.
-Y es la minoría.
-Sí, es una minoría, sin lugar a dudas. Y va a seguir siendo una minoría. A mí no me cabe dudas de eso. Mientras más democrática sea la posibilidad expresiva más valioso va a ser lo exclusivo.
-Para esta gira usted ha hecho un alto en un disco que graba, ¿creo que es un descarte de las canciones del Descartes o algo así? ¿Se llama Amoríos?
-No es un descarte, son canciones que nunca había grabado.
-¿Pero, no estuvieron pensadas alguna vez para Descartes?; por cierto, el disco suyo que más me gusta.
-No, no estuvieron pensadas para Descartes. En realidad Descartes es un disco con canciones que salen de los descartes de otros discos.
- Claro, pero yo pensé que este eran descartes del Descartes.
-Le iba a poner Sobras, pero me pareció demasiado fuerte. Estas son canciones que nunca grabé, que nunca toqué. Toqué otras y esas las dejé. Son canciones de relaciones de pareja, todas.
-En Descartes hay una frase que me resulta fascinante, una de Vida y otras cuestiones: “¿Cómo sabrá la cerveza que el sepulturero se beberá cuando acabe de darme abrigo?” Me gusta mucho. A través de ella intuyo cierta preocupación por ese asunto de lo que ocurrirá luego, como individuo y como parte de la sociedad.
-A veces uno mira las nubes y añora la vida. A veces uno mira las nubes y dice: Qué maravilla, nuestros aborígenes levantaron los ojos y vieron pasar las mismas formas, u otras, pero vieron el mismo paisaje que vemos nosotros ahora. Y cuando uno no esté habrá quien levante los ojos y lo vea. Eso es fascinante, ¿no? Se trata de eso, no de otra cosa, dicho a través de la cerveza que se va a tomar…
-Pero es excelente. Es una frase que se relaciona mucho con mi preocupación filosófica.
-Sí, es… ¿qué pasará al minuto siguiente a la muerte?
-También me lo he preguntado: Cómo seguirá la vida sin uno, si pudiera verla. ¡Tremendo…!, exclamo, y me hubiera volcado a una reflexión existencialista de no ser porque recuerdo que esta entrevista también tiene como objetivo ser publicada en el periódico para el cual trabajo y al cual, más que de filosofía, para mi pesar, le interesan declaraciones directas sobre la visita. Recapacito y, rompiendo el trance, le hago otro comentario: Estas presentaciones en Mayarí, Nicaro y Moa tiene que ver mucho con su relación con Frank Fernández, una amistad muy antigua.
-Sí, esto lo planificamos desde hace rato. Hace rato hablamos de la posibilidad de que yo fuera a Mayarí y el a San Antonio, de hacer ese intercambio. Somos amigos desde hace muchos años.
-¿Y qué es la amistad para usted?
-La amistad es una cosa imprescindible. No en balde Martí dijo que era la joya mejor. Hay otras joyas, buenas también. Pero sin dudas la amistad es lo que uno funda con personas a fines. Estábamos hablando ahorita de las afinidades, de esas leyes gravitacionales que hacen que cosas, que ideas, que personas giren en torno a cosas comunes, a identidades.
-Pequeños detalles invisibles.
-A veces pequeños, a veces más grandes. Detalles, detalles de la existencia. Y coincidencias, porque tú sabes que, como dice el dicho, cada gente es un mundo. Y dentro de ese mundo de tanta gente uno encuentra aquí, allá, a cuyá esos detallitos que te van uniendo con los demás. En el caso de Frank, lo conocí cuando él volvía de Rusia, de la Unión Soviética, con su diploma de oro del Chaikovski. Entonces era la joven promesa, extraordinario. Estaba muy vinculado al Comité Nacional de la Juventud Comunista, y yo tenía un amigo allí. Ese amigo nos presentó. Fuimos a su casa y empezamos a hacer colaboraciones. Era cuando se hacían aquellas galas por el 4 de abril. Él empezó también a trabajar con nosotros, a planificar las galas, a dirigirlas. Nos pedía canciones. Hicimos canciones para algunas galas. Después fue productor de mi primer disco.
-Tienen pensado volver a Holguín, creo, en agosto.
-No sé si en agosto. ¿En agosto…? No, jamás en agosto. Hicimos Mayarí, Nicaro y Moa. Es lo que teníamos planificado. Más adelante nos pidieron hacer algo aquí también, en Holguín, en la ciudad. Me gustaría en un barrio de Holguín. Para eso me voy a asesorar bien, porque tendría que ser en un barrio de los que necesitan más esto que hacemos. Me gustaría en esa ocasión ir también a Gibara. Fui el otro día y es un lugar fascinante.
-¿No tiene pensado cantar en teatro, para el otro público?
-El público que va al teatro puede ir al barrio.
-Claro, pero hay quien necesita espacios más cómodos.
-Llevo tres años sin tocar en teatro. Solo en barrios.
-¿Y se siente cómodo?
-Me siento más a gusto.
-¿Sí?
-Me siento más a gusto porque me parece que es un trabajo más útil, y un reto.
-Pero, para un hombre tan exigente con el público como usted…
-Es un reto también, porque es un público que a veces no está acostumbrado al tipo de trabajo que uno hace, a lo mejor están acostumbrados a escuchar otro tipo de música. Siempre la gente corea algunas canciones. Incluso jóvenes. Es fantástico. No sé cómo se la saben.
-Sé de anécdotas, ahora leyendas famosas, en las que usted enfrenta al público, le pide silencio. Y en un barrio se grita, hay bulla... ¿No lo sacan de paso?
-Eran cosas que ocurrían cuando uno empezaba. Yo nunca me vi como cantante. Siempre me vi como un compositor que exponía lo que hacía. Y como no cantaba cosas…o pensaba yo que no cantaba tonterías, a lo mejor también cantaba tonterías. En definitiva, todos caemos en tonterías de una u otra forma. A veces, pensando que no somos tontos somos los más tontos del mundo. Pero, empezaba, y veía con tanto respeto lo que yo hacía, y me parecía que mucha gente iba realmente a comulgar con la canción de la manera en que yo la asumía. Y de pronto, que hubiera gente más acostumbrada a la cosa farandulera o lentejuelezca me molestaba. Y gente que pedían, y que hablaban, pues mandaba a callar a la gente. En alguna ocasión me levanté y me fui también. Lo hice. En otros lugares me botaron. Varias veces me botaron de los lugares. Pero fueron cosas más relacionadas con los inicios.
-Eso ayudó a tejer una leyenda de un Silvio que no sea quizá el Silvio real, ¿es muy difícil ser el Silvio verdadero?
-Yo nunca he sido una persona agresiva, para nada. Todo lo contrario. Si me agreden, trato de defenderme; pero no es que sea mi naturaleza. ¿Sabes qué pasa? Como yo, y no solo yo, sino alguno de nosotros éramos un poco contraculturales, hacíamos un poco de contracultura, contracultura convencional, se tejió también alrededor nuestro, por cuestiones políticas, de defensa de esa cultura entre comillas, una leyenda un poquito, no voy a decir que negra porque sería demasiado, pero sí gris con pespuntes negros. Es lo que yo pienso. Hubo un momento incluso en que se decía que la Nueva Trova se quería adueñar de la cultura, y que quería que todo fuera como ella. Nada más alejado de la realidad. A nosotros se nos hicieron campañas dentro de ese mundo lentejuelezco. En el fondo eran campañas políticas porque eran campañas que miraban el arte como pedestal, no como ara.
-¿Por eso ustedes alguna que otra vez combatieron ese arte, aquella otra forma de hacer canción?
Realmente yo no me dediqué a eso. Yo hice una sola canción que habla de eso.
-Pero digo, en entrevistas, a través de comentarios públicos.
-Si me das una referencia yo te la respondo, porque ahora no recuerdo haber combativo nada en ese sentido. Sí creo que hice una canción, La Masa, que habla de eso, de las distintas maneras de asumir el arte, en mi caso la canción. Pero no insistí. No fue un cruzado tampoco. Mi cruzada era hacer canciones buenas, de calidad. Esa ha sido mi única cruzada en la vida, hacer canciones diferentes, incluso en contrapunto de mis propias canciones, porque no me gusta que ninguna canción mía se parezca a otra.
- A propósito, qué le ha parecido la versión que grabó Shakira de La Masa para el disco de Mercedes Sosa.
-Me parece muy bien. Estoy acostumbrado a que Mercedes cante canciones mías. Cantó muchas. Recuerdo especialmente dos, arregladas por Charly. Hizo una versión de Unicornio preciosa para un disco. Y la otra era La Masa, en una versión de Charly García. Los arreglos son así… bueno, ella es un clásico, pero los arreglos de Charly son fabulosos. No me acuerdo cómo se llama el disco. Y bueno, esta joven… me parece maravilloso. Me sorprendió, porque evidentemente no está en esa línea de trabajo.
-¿Su elección para colaborar con otros artistas de qué depende? Recuerdo cuando estaba prohibido José Feliciano aquí, y usted fue como la puerta para que volviera a escucharse en los medios.
-Es que aquí, como en todas partes, se tejen leyendas sobre artistas. Hemos estado muy aislados durante muchos años, y aquellos años eran de gran aislamiento. No existía internet. No había forma de saber qué era la verdad detrás de todo eso. También a veces los artistas en determinadas coyunturas saben qué es lo que se está cocinando, le hacen una pregunta y hacen una concesión, sueltan una cosita un poquito pesada para contentar el ambiente que los está entrevistando. Aquí a veces nos tomamos esas cosas demasiado a pecho. Y son cosas a veces circunstanciales. Son cosas de las que después los artistas ni se acuerdan. Hay otros que sí, que tienen una postura y una forma de pensar muy definida y son defensores de una forma.
Silvio se queda pensativo, y me mira como si otra vez tratara de averiguar qué pienso, y yo a su vez lo miro a él.
-Hay una cosa que te quiero decir antes de que te vayas, dice: Me parece muy importante. Ayer me llamó Gerardo Hernández, ¿sabes quién es Gerardo?
Lo observo con sospecha, porque quién no conoce en Cuba a Gerardo Hernández, si en cada esquina hay un afiche donde se puede ver su rostro junto al de los otros cuatro que han pasado a conocerse como: Los Cinco.
-Sí, respondo.
-Yo nunca había hablado con él. Cuando estuve en Estados Unidos hace tres o cuatro años tratamos de hablar pero no fue posible. Hablé con otros dos o tres compañeros suyos, pero con él no pude. Primera vez que hablo con él y fue una conversación extraordinaria. Y es porque en Mayarí sentí que el teléfono me sonaba cuando estaba cantando las últimas canciones. Me tapaba el atril y lo saqué disimuladamente. Vi que habían unas cuantas llamadas. Lo desconecté porque estaba sonando y tenía miedo de que se metiera por el micrófono. Cuando terminé volví a fijarme. Era una llamada de los Estados Unidos porque tenía un uno delante. Y sonó otra vez. Era una emisora de los Ángeles que hacía un programa especial para Gerardo por el día de su cumpleaños. Me hicieron una entrevista. Hablé un ratico con la muchacha que me entrevistó y él oyó la entrevista. Entonces localizó mi teléfono y me llamó, por supuesto que era para agradecerme. Uno habla con esos hombres que están pasando tantas vicisitudes, que han sido tan maltratados, y tratados con tanta injusticia y realmente le dan lecciones a uno de supervivencia, uno se queja… Yo había llamado a alguien para que me mirara el aire acondicionado, porque no estaba funcionando bien. Y me dije: Caballero, le ronca. Uno está preocupado porque no funciona bien el aire acondicionado y este hombre lleva 16 años presos, tiene dos o tres condenas de por vida y te habla con un optimismo, con una seguridad, con una firmeza, con una fe tan grande en que se va a hacer justicia, en que va a estar un día aquí. Realmente es muy conmovedor. Y nos hace pensar mucho. Me preguntó: ¿Dónde tú estás? Le digo: Estoy en Holguín. Entonces dice: Coño, Holguín, ¿tú sabes, por cierto, que Holguín es una de las provincias de Cuba de las que yo recibo más cartas? Digo: ¿De verdad? Dice: Sí, no te puedo decir ahora que es la que más porque tendría que contarlo, pero te garantizo que es una de las provincias de Cuba de las que más cartas recibo. Tú pudieras transmitir de mi parte… Me dijo eso y por eso te lo estoy trasmitiendo: Tú pudieras transmitir de mi parte mi gratitud al pueblo holguinero por no olvidarse de nosotros. Así que tienes para mí esa mínima misión.
-También una prima mía le escribía a uno. A Antonio, creo.
-Hay mucha gente del pueblo que les escribe. Y de otros pueblos. Ellos reciben una cantidad de cartas. Yo no sé qué harán con tantas cartas. Cómo las tendrán metidas. No sé cómo resolverán ellos ese problema.
-¿Y su relación con el pueblo holguinero cómo ha sido?
Mi relación con el pueblo holguinero ha sido maravillosa, con el público y con gente que he conocido en la calle.
-Ya que nos referimos a Amoríos, ¿amores holguineros ha tenido?
-Sí, dice como quien primero lo piensa un poco.
-¿Hay canciones que tienen que ver con esos amoríos?
-Sí, responde en el mismo tono.
-¿Una mujer con sombrero tiene que ver con esos amoríos?
-No, dice rápido, y para salir del tema, pues me interesa más dejar el misterio que descubrir el nombre de la que debe ser una bella mujer, le aseguro que estamos como en Escriba y Lea. Silvio sonríe, ríe, repite: Estamos como en Escriba y Lea. Piensa y murmura varias veces la palabra “Sí” antes de soltar: Hay un amor holguinero bastante intenso. Puedes publicarlo además. Le escribí un poema una vez. Es probable que también esté en alguna canción.
-¿Entonces Camino a Camagüey pudo haber sido camino a Holguín?
-Sí, dice él: Una vida ya, unos cuantos años. Pasan muchas cosas en una vida.
Después hablamos un rato sobre pintura, sobre la posibilidad de que algún día sea nominado al Premio Nacional de Literatura debido a que galardones semejantes, le digo, recibieron cantautores como Leonard Cohen o Bob Dylan. Responde que eso solo sucede en el primer mundo. “En el tercer mundo no, donde todos tienen que defender sus predios de publicación. Imagínate, si todo aquí se confunde, además de las pocas publicaciones de poesías que hay que también los trovadores empecemos a usurparle espacios a los poetas. Yo prefiero, al menos por ahora, hasta que no haya posibilidades de publicar más, que sigan los poetas en lo suyo, y los trovadores en lo suyo.”
También hablamos del escritor argentino Ernesto Sábato, a quien admiro, y con quien Silvio mantuvo una buena amistad de la cual queda al menos una pista en las palabras de presentación para Descartes, escritas por el autor de Sobre Héroes y tumbas. “Era un hombre atormentado”, me dice.
-Creo que todo artista lo es, digo: Usted también debe tener sus tormentos.
-Mis tormentos y mis tormentas, dice: Todos las tenemos.
Al final Silvio me regala un ejemplar del libro Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez en los barrios de La Habana, de Mónica Rivero y Alejandro Ramírez. Porque casualmente ando con mi único libro publicado decido reciprocarle el gesto con el ejemplar. Y para no ser menos, se lo dedico. Entonces no sé por qué me sale una dedicatoria torpe, totalmente intolerable por culpa de una rima que no hubiera escrito ni cuando empezaba a escuchar sus canciones previo a la adolescencia. Recordando esas palabras pienso que, al fin, en la conversación no invocamos ni a la economía ni a los conciertos que hacía por el oriente de Cuba, tan solo convocamos recuerdos de un entrevistador, recuerdos de los cuales Silvio Rodríguez forma parte y, sin saberlo, tuvo a bien azuzarlos.
domingo, 3 de febrero de 2013
La mitad del mundo es un país multidiverso
por Rubisel González
Corría 1830 y una nación de reciente nacimiento esperaba ser nombrada con su apelativo histórico o con el sello indiscutible para la historia y la geografía. Fruto del consenso entre representantes de las tres regiones unidas después de la Gran Colombia, esta vez también fueron extranjeros quienes aportaron, con las mediciones del planeta, su nombre actual y definitivo: Ecuador.
Sin embargo, el territorio de 283 mil 561 metros cuadrados, bien pudo llamarse la tierra del fuego por sus 55 volcanes, encabezados por el Chimborazo con más de 6 mil metros de altitud.
Otro de sus atributos es la riqueza en biodiversidad ecológica. La reserva del Yasuní por ejemplo, posee tanto petróleo en sus entrañas como igual cantidad de vida en la superficie. Una sola hectárea contiene más especies de árboles y arbustos que las existentes en Norteamérica.
A unos mil kilómetros de la costa continental, donde Darwin sustentara su teoría de la evolución, las islas Galapagos continúan atrayendo turistas y expertos. Toda la zona marítima exclusiva del país es altamente productiva en pescados y mariscos, sobre todo el atún, quien puso seudónimo a la ciudad de Manta, a las puertas del océano Pacífico.
Las estaciones del año de Ecuador son igualmente las de Cuba, pero totalmente cambiadas. El invierno es caluroso y con lluvias fuertes como las de mayo u octubre en la isla. En diciembre inicia la cosecha de mango y aguacate.
Muchos y caudalosos ríos ayudan a la agricultura, beneficiada doblemente por tres sistemas medioambientales: la amazonía, la sierra y la costa. Cada uno de ellos construye su propio microclima lo que arroja variedades de frutas tropicales y templadas, la presencia perenne de papa, tomate, cacao, maíz y arroz.
Existen numerosos platos tradicionales a base de chancho (cerdo), pollo o pescado como el Ceviche o la Fritada; todo eso unido a vegetales, granos, viandas y especias. El ecuatoriano promedio desayuna, copiosamente, entrada la mañana, almuerza con moderación y en la tarde-noche no come o si lo hace, de manera ligera con ensalada, frutas o confitería.
En Quito, la capital fundada por españoles en 1534 y asentada en una meseta casi a 3 mil metros de altura, se une lo moderno y lo tradicional en una mezcla de identidades culinarias con el vestuario de las longas (indias) y su lengua ancestral: el Quichua. La metrópoli ostenta el casco histórico mejor conservado de América Latina y la revista Traveler de National Geographic, la ubica entre los 20 mejores sitios por conocer en el 2013.
El clima es frio o templado en dependencia de la época; pero quienes visitan esta urbe conocen el “soroche”, el mal de altura que provoca fuerte dolor de cabeza, mareos, dificultad para respirar y falta de apetito.
Guayaquil, es la ciudad comercial y la de mayor población con unos 3 millones de habitantes de los aproximadamente, 15 millones y medio, que vive en el país. Asentada a orillas del Guayas con una cuenca de 40 mil kilómetros cuadrados, el principal río en América del Sur que desemboca al Pacífico, su arquitectura está rodeada de historia y los habitantes guardan más similitud con las culturas caribeñas. Quizás por el clima tropical o lo cosmopolita, aquí gusta bastante la salsa y la cumbia, el reguetón y las playas.
Fue en esta urbe donde en julio de 1822 tuvo lugar la única vez en que dos grandes de la historia americana se encontraron: Simón Bolívar y José de San Martín. Considerado como el principal puerto de Ecuador, la región era muy importante para Colombia y Perú por lo económico y lo estratégico, sobre todo por su puerto y las relaciones comerciales.
En lo estratégico esta zona, era el punto de acceso desde Quito, Cuenca o Bogotá. En lo económico, a Perú le convenía mantener su acceso a la producción agrícola, astilleros y recursos madereros.
En 1820 el valor total de las exportaciones ascendía a 1 millón 448 mil 100 pesos, de los cuales 520 mil provenían de la exportación de cacao a Lima. El comercio con Perú exigió una flota de 100 buques, ingreso ascendente a 275 mil pesos anuales por conceptos de fabricación y acarreo.
La historia aborigen precolombina ecuatoriana posee cuatro periodos con una edad aproximada de 12 mil años. Existen varios asentamientos importantes en la región de la costa, andina y amazonía; entre las más notables está la cultura Valdivia.
En el 2010 la población ecuatoriana estaba compuesta por el 71,9 por ciento de mestizos, 6,1 blancos, 7,2 afroecuatorianos, 7 por ciento indígena y 7,4 montubios (población rural con su particular concepción de desarrollo y cultura e identidad propia).
Con más de 50 volcanes, los temblores de tierra en el país de la mitad del mundo son frecuentes. Las playas son atracción aunque no con arenas blancas producto al origen de las rocas y el suelo medio arcilloso arenoso del color de la cerámica antes de cocinarse. Como es característico en el océano pacifico, las olas son fuertes casi todo el año, factibles en algunas regiones para practicar el surfing.
Aunque en las cercanías de carreteras no se observa la caña de azúcar, este es un cultivo tradicional en algunas regiones, a lo igual que el café y cacao. El aguardiente ecuatoriano es fuerte y con un gusto dulzón. Tres cervezas son las típicas nacionales: la Pilsener, la más popular y que ya arribó a los 100 años, de igual manera está la Club y la Brahma.
Entre los ritmos musicales más gustados está la cumbia, la salsa y otros modernos cautivadores, sobre todo, de los jóvenes aunque el tradicional Pasillo es reconocido. Sin embargo, el ecuatoriano es bastante romántico, mantienen viva la tradición del noviazgo, compromiso y matrimonio. Gustan de ser educados y no hablar alto, siempre saludan, dan las gracias y piden el por favor.
El país es una gran mezcla de identidades, tradiciones y diversidad, algo expresado desde sus orígenes biológicos, la ideología y la inclinación por el clima, la manera de vestir y los alimentos a comer.
jueves, 29 de noviembre de 2012
Un diccionario para el turismo en Ecuador
Por Rubisel González
Mucho ha trascurrido desde que aquellos caballeros de la clase media europea emprendieran sus viajes de esparcimiento y educación conocido como Grand Tour. Antecedente del turismo moderno, la práctica de esta profesión supuso con el tiempo la creación de modos de hacer especializados y la diversificación cada vez más integral y por tanto, un lenguaje técnico propio de su desempeño.
Partiendo de esa premisa es que surge el primer “Diccionario Turístico. Orientaciones Léxicas”, patrocinado por la Corporación de Servicios Turísticos (Corptur) con sede en Loja, Ecuador. Su directora y autora del texto, Diana Rojas, subrayó la importancia de este material para profesionales, estudiantes, prensa especializada y público en general; puesto que su contenido, compendiado, no se encuentra en el país.
Presentado en el Hotel Gran Guayaquil de esta urbe, el texto recoge la terminología más actualizada a nivel internacional. El lector también puede encontrar aquí las principales cadenas hoteleras mundiales, el directorio de oficinas de información turística en Ecuador, un alfabeto fonético turístico; así como siglas y nomenclaturas turísticas, un listado con los vinos y licores más reconocidos, la clasificación de vinos y los cocteles oficiales con los más famosos.
Por último, describe los pictogramas de atractivos naturales, culturales, de actividades turísticas y servicios de apoyo, conjuntamente al de pictogramas restrictivos. Rojas, señaló que el diccionario será presentado igualmente en varias universidades del país mientras alguna editorial se interesa en su edición a gran escala.
Ecuador es un país multicultural y diverso en cuanto a clima y geografía. Confluyen las zonas costera, de cordillera, amazonía e insular, que lo hace seductor para el turismo interesado en la cultura y ecología. Existe la voluntad política para incrementar la afluencia internacional (1 millón en lo que va de año) con la apertura de nuevas rutas aéreas a Suramérica y el Caribe.
El país de la mitad del mundo será un importante destino para el 2013 y ya publicaciones como la revista Traveler de National Geographic, reconoció a Quito como uno de los 20 mejores sitios por conocer en el 2013. Asimismo, varias asociciones de viajes, publicaciones y agencias como “Virtuoso Travel Advisor” y “Lonely Planet” reconocen las condiciones de esta tierra para su disfrute.
La “World Travel Awards” galardonó el 1 de octubre a Ecuador como el Mejor Destino Verde del Mundo, un reconocimiento al desarrollo y preservación sostenible impulsado en el país.
viernes, 27 de julio de 2012
La Artesanía inunda Guayaquil
Por Rubicel González
Un gran mestizaje cultural es la imagen que define a la 7ª edición de la Feria Internacional de Artesanía, Joyas, Diseños y afines que desde el pasado 20 y hasta el 29 de Julio tiene lugar en el Palacio de Cristal en Guayaquil. Este año acudieron a la cita Argentina, Cuba, Ecuador, India, Kenya, Perú y Sudáfrica con una muestra de lo mejor de sus productos artesanales.
En esta edición Sudáfrica presentó amplia variedad de productos artesanales que abarcan coloridos lienzos representativos de escenas de cacería, objetos ornamentales y esculturas realizadas en maderas preciosas, marfiles, huesos y piedras con motivos humanos y animales.
De igual manera, Perú exhibe una amplia tradición artesanal y por medio de sus maravillas manuales, provenientes de Lima, el Cusco, Cajamarca y Trujillo. Joyas de Plata, Oro, Tejidos, manteles, cuadros, chales y chompas son los más llamativos.
La presencia de la India por segunda ocasión atrajo al público con sus excelentes productos textiles finamente adornados, así como las joyas elaboradas a partir de la combinación de metales a base de plata blanca y la negra alemana.
Cuba también presenta una muestra de su artesanía a través del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Los calzados de cuero son uno de sus principales atractivos, así como la bisutería realizada a partir de caracoles de cálidos matices, de fibras naturales o del preciado Carey.
El país ecuatoriana muestra al mundo su diversidad a través de auténticas producciones originadas de culturas ancestrales, como son los dulces tradicionales: el planchado, las quesadillas, el manjar, la cocada entre otras delicias de la sierra y la costa ecuatoriana. También la medicina alternativa, las plantas ornamentales y medicinales, los trabajos en madera y bambú, así como libros hechos a mano, joyas, accesorios elaborados con productos naturales, telas de fino bordado y tejido, prendas de vestir y diversas manualidades que muestran la destreza y calidad que han alcanzado los artistas de esta rama cultural en el país.
La ciudad de Cuenca, ubicada en la entrada principal resulta de las más atractivas. El Arpa Cuencana recibe a los visitantes con los pasillos, boleros y otros ritmos que invitan a disfrutar de una alegre estancia donde además se puede encontrar una impresionante variedad de productos como joyas, accesorios, sombreros toquilla para hombre y para dama, objetos de decoración que representan las tradiciones locales en madera, huesos, y cerámica, así como hermosas muñecas de todos tamaños.
Resultan de interés las artesanías de ladrillo en miniatura que han sido elaboradas por pacientes que se recuperan de la adicción a las drogas y el alcohol. Estas manualidades son realizadas durante el proceso de rehabilitación en la Comunidad Terapéutica “Hacia una Nueva Vida”, una institución sin fines de lucro que trabaja en el diagnóstico y tratamiento de la drogodependencia.
martes, 3 de julio de 2012
¿Ruinas en mares cubanos?Una historia aún por develar
Por Julia Calzadilla Núñez
jcn@cubarte.cult.cu
El hallazgo de enormes formaciones rocosas en los mares que bañan la península de Guanahacabibes constituye en verdad una sorpresa inesperada y apasionante para la arqueología submarina. Las expectativas a nivel internacional no decaen. Arqueólogos, geólogos, antropólogos, historiadores, filólogos, científicos estudiosos de culturas antiguas en sus diversas manifestaciones, así como el público en general, esperan los resultados de las investigaciones iniciadas en el año 2000 y continuadas actualmente, ahora con medios más avanzados de todo tipo. La insoslayable pregunta es si se está o no en presencia de estructuras megalíticas construidas hace miles de años por la mano del hombre o si, por el contrario, se trata solo de enormes formaciones naturales de piedra o de alguna otra formación geológica.
Citemos algunos datos: el descubrimiento realizado en el año 2000 por la empresa canadiense Advanced Digital Communications (ADC), que conjuntamente con especialistas del gobierno cubano2 lleva a cabo una labor exploratoria en busca de restos de naufragios ocurridos en estas aguas en siglos pasados, se produjo de manera accidental mientras el equipo encabezado por la ingeniera marítima ruso-canadiense Paulina Zelitsky cumplía esta tarea en las aguas del occidente de la isla de Cuba. Estas gigantescas formaciones rocosas, posiblemente de granito, a las que Zelitsky atribuye una antigüedad de unos 6000 años a.n.e. y por el momento considera como posible obra humana en espera de ulteriores evidencias probatorias, están situadas a una profundidad de 2100 pies (650 metros) y, a primera vista, parecen tener una determinada organización que incluiría formas piramidales, según declaraciones del Dr. Gabino de la Rosa, especialista del Centro de Antropología Nacional de Cuba. No obstante, a pesar de que al año siguiente, en 2001, se prosiguió la labor de exploración con la ayuda de un robot submarino, las fuertes corrientes marinas y la poca visibilidad impidieron la toma de evidencias capaces de permitir demostrar una u otra hipótesis. En el 2002, el equipo regresó de nuevo a la zona, y con sistemas de iluminación y técnicas más potentes, prosigue sus investigaciones.
No asombra, pues, que semejante hallazgo haya dado pie a numerosas especulaciones que el propio equipo que participa en esta interesante misión de arqueología submarina ha evitado alimentar sin contar aún con bases sólidas que permitan emitir un fundamentado juicio científico.
La importancia de la arqueología, en este caso submarina y prehistórica, es indiscutible. La arqueología, en general, recupera los artefactos creados por el hombre y, a partir de ellos, tras analizarlos y clasificarlos, pasa al nivel de la “industria”3, de ésta pasa al conjunto 4 y “cuando el arqueólogo describe varios conjuntos similares, en sitios diferentes, se refiere a ellos como hablando de una cultura” 5. En resumen, que el correcto análisis y clasificación de los artefactos representa el punto de partida idóneo para llegar a establecer las relaciones sociales de una cultura antigua determinada, ya sea prehistórica o histórica.
En el hecho que nos ocupa, por el polémico debate suscitado hace años en torno al origen del hombre americano, la arqueología, en todas sus ramas, tiene ante sí un reto que ha asumido con optimismo: reconocer y dictaminar si las estructuras megalíticas halladas son de hecho artefactos o meras formaciones naturales. En el primer caso, afirmar si los trazados que cubren las piedras son de hecho inscripciones; si lo fuesen, a qué clase de escritura pertenecen, y si son caminos y pirámides el resto de las estructuras que no han podido observarse con la nitidez requerida. Todo ello serían descubrimientos de incalculable valor en la determinación de la génesis del llamado amerindio y de los contactos interoceánicos efectuados en la más remota Antigüedad. En tal sentido, las palabras de Sir Charles Lyell 6 resultan alentadoras: “...es probable que una gran cantidad de monumentos producidos por la habilidad y la industria del hombre en el curso de las edades sea obtenida conjuntamente del lecho del océano; dicha cantidad será todavía mayor de la que exista en un momento dado en la superficie de los continentes”. Y los autores F. Hole y Robert F. Heizer añaden al respecto: “Si se quiere conocer un recuento ya bastante viejo de las tradiciones, algunas de ellas probablemente estén basadas en hechos ciertos acerca de establecimientos humanos en lugares que hoy están bajo la superficie de lagos o del propio océano, véase el informe que preparó Lord Bishop of Saint David (1859)”7. Interesante dato, teniendo en cuenta que dicho informe podría incluir continentes legendarios y no solo la Atlántida, sino también Mu (Lemuria), supuestamente desaparecidos bajo las aguas a causa de algún devastador cataclismo.
Ahora bien, como estudiosa desde hace más de cuatro décadas de la cultura del Antiguo Egipto y de las culturas antiguas en general, entre ellas las denominadas “precolombinas” de Mesoamérica y Perú, he tomado nota de diferentes informaciones que, en mi criterio, sería de interés desarrollar en el trabajo investigativo de mesa necesario para arrojar más luz sobre este tema que ha captado la atención de la comunidad científica y del hombre común a escala internacional, quienes esperan en un futuro relativamente cercano una respuesta conclusiva. En los apuntes que siguen, no he desdeñado, por supuesto, las fuentes esotéricas consultadas por mí de larga data, aclarando que “esotérico” significa “lo oculto, lo velado en aras de preservar su pureza” y de ningún modo, “lo falso, lo resultante de la superchería” con lo cual, desafortunadamente, personas desconocedoras del verdadero significado de este término han establecido una incorrecta sinonimia. Por todo ello, afirmo categóricamente que, sin conocer y decodificar el simbolismo esotérico de las fuentes antiguas, el hombre de hoy, el hombre moderno, jamás podrá entender la esencia de aquellas viejas y por lo general, sabias manifestaciones culturales.
La etimología del vocablo América
En mi libro “La Gran Rueda (Una lectura decodificatoria de la Espiritualidad en los Misterios del Antiguo Egipto)”8 el signo jeroglífico MER es uno de los pilares sobre los cuales se fundamenta la teoría en él planteada acerca del recorrido iniciático en los Misterios egipcios. Analizado en toda su polisemia (amor, arado, pirámide, canal), indica que la huella de la voz Mer está presente en numerosos vocablos que en todos los casos apuntan a una elevada espiritualidad: Meru, Monte; Mercabah, el bíblico carro de Ezequiel; Ta-Mert, “la tierra bien amada”, uno de los nombres del viejo Egipto.
¿Por qué no también en América, palabra que no deriva del nombre del navegante y geógrafo italiano “Américo” Vespucio quien, en realidad, se llamaba Alberico?9 La creencia generalizada es que fue Vespucio quien dio nombre al continente y que esta denominación se utilizó por primera vez en el siglo XVI. Analicemos dicho error: En su magistral obra Isis sin Velo, Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la teosofía, presenta diversos argumentos que fundamentan su criterio de que el nombre América era muy anterior a la época de Vespucio: enlaza esta palabra, América, con la comarca montañosa nicaragüense denominada Americ, Amerrique o Amerique, “que se extiende entre Jucigalpa y Libertad en el departamento de Chontales”, señalando que en “el idioma indígena las terminaciones ic e ique significan grandeza, jefatura y dignidad”, como por ejemplo cacique. Asimismo, apunta que en el relato de su cuarto viaje, Colón cita “el poblado de Cariai (probablemente Cacai) [...] situado en la cordillera de Amerrique, a unos 920 metros sobre el nivel del mar”. Y añade: “Sin embargo, Colón omite en su relato la palabra Amerrique”.
Aclara a continuación que la “denominación Provincia de América apareció por vez primera en un mapa publicado en Basilea el año 1522” y cita a Wilder como corroboración de lo antes expuesto: “Es muy probable que la cordillera nicaragüense de Amerique (gran montaña como el monte Meru) diese su nombre a todo el continente, pues en caso de habérselo dado Vespucio, seguramente lo derivaría del apellido y no del nombre. Si llega a comprobarse la etimología atribuida por Bourbourg a las palabras atlas y atlántico, con su raíz atlan, concordarán admirablemente ambas hipótesis. Como quiera que Platón no es el único autor que alude a un continente sito más allá de las columnas de Hércules, y teniendo en cuenta que el mar es poco profundo y abundante en algas en toda la región tropical del Atlántico, no es despropósito suponer que en aquellas latitudes existió un continente o un copioso archipiélago. También en el Pacífico se hallan indicios de que un tiempo existió un populoso imperio insular de raza malaya o javanesa, o tal vez un continente que se dilataba de Norte a Sur. Sabemos que el continente lemúrico es un sueño para los científicos, y que el desierto de Sahara y la comarca central de Asia fueron un tiempo mares”10
Sobre la polémica Atlántida
Analizar en detalle uno de los temas más debatidos en todo el planeta escapa, claro está, de los marcos de este trabajo. A seguir, empero, se aludirá en pocos párrafos a la descripción platónica de este “continente” y al llamado “error décuplo” planteado por los defensores de la tesis egea en detrimento de la atlántica, incluida la mención al evento catastrófico más universalmente referido.11
Ahora bien, la Biblia nos cuenta de Noé lo que la epopeya de Gilgamesh cuenta de Utnapishtim. [...] En conjunto, son 80.000 las obras escritas en 72 idiomas sobre el Diluvio Universal, 70.000 de las cuales hacen mención de los restos del navío legendario. [...] Pero surge una pregunta: ¿aquella inundación babilónica es en realidad el diluvio de que nos habla la Biblia?12
Al analizar esta leyenda, se hace más evidente el supuesto error de nomenclatura cometido en la transcripción del Génesis, que habría atribuido “a Caín el papel de agricultor y a Abel el de ganadero (alegoría de la sustitución de la vida nómada por la vida sedentaria). Llegado este punto, el análisis de Eliseo Reclus invita a la reflexión. Si nos colocamos en el punto de vista que fue sin duda el de los Caldeos, redactores originarios de la leyenda, Caín es, pues, un personaje muy diferente del que nos representa nuestra imaginación, influida por la copia fiel del documento, y el primer asesinato atribuido al labrador no debe imputársele de manera alguna, porque no coincide con la verdad social. Históricamente, en los ataques de pueblo a pueblo, el ataque no viene del labrador pacífico, sino del nómada que va en busca de tierras nuevas. Por lo demás, la idea del asesinato había de nacer más fácilmente en el hombre que degüella y desuella animales que en el que se ingenia para construir el arado de madera. La historia del primer asesinato, referida bajo la forma judía, es en realidad la primera calumnia”.13
De este modo, hecha ya la corrección planteada por Reclus y trasladando ambos papeles a Balamek y a Sibon-ek, podría inferirse que este último sería el representante del pastoreo y, el primero, de la agricultura, carácter que habría prevalecido en la condición de grupo no agrícola como lo fue el ciboney.
Es lamentable que, por apartarse del tópico tratado, no sea posible profundizar más sobre una cuestión tan controvertida como la lucha entre hermanos por lo general gemelos que también ejemplifica el caso de la suplantación de Esaú por Jacob (Gn.25, 19-34), “combate” que, llevado a su expresión última de acuerdo con los Misterios antiguos, llegó a encarnar la lucha entre los principios del bien y del mal (Osiris-Seth, Ormuz-Ahrimán, etc.)14
En la leyenda maya, sería posible decodificar con el rigor exigido cada uno de los personajes que en ella intervienen, así como el papel desempeñado por el descomunal desbordamiento de las “aguas” que terminan por separar a ambos hermanos, emblemas quizás de los principios femenino y masculino ya separados tras la escisión de la androginidad original (Véase Hermes-Afrodita).
Ningún descubrimiento “aislado”
Por último, conociendo las hipótesis sustentadas por eruditos de la talla de Alejandro de Humboldt y Manuel Rivero de la Calle, así como por la propia ingeniera marítima Paulina Zelitsky, responsable de las exploraciones de arqueología submarina que se llevan a cabo actualmente en las costas occidentales de Cuba, vista ya la legendaria raíz del grupo siboney y de la propia Isla de Cuba, y conociendo que el grupo taíno procedía también de tierras sudamericanas, adquieren aún más fuerza las afirmaciones halladas en los libros esotéricos antes citados referentes a la real pertenencia de la isla de Cuba al continente americano en un período que podría remontarse a miles o incluso millones de años. Claro está, las diversas sumersiones y emersiones que pueden haberse producido en dicho territorio durante ese lapso de tiempo, unido a cataclismos de índole volcánica de gran intensidad, caídas de meteoritos, etc., deben de haber contribuido a transformar la estructura original de tierras y aguas.
La conexión territorial con la Florida no excluye la conexión territorial con la península de Yucatán. Es innegable que el atraso cultural del grupo siboney no está en correspondencia con el desarrollo cultural del pueblo maya, enigma que podría develarse una vez establecida la cronología pertinente. Sin embargo, los puntos de contacto entre diversas manifestaciones, como el carácter religioso y el desarrollo del juego de pelota de mayas y taínos, es otro motivo de reflexión. También podría serlo que en el primer período maya, al norte de la península yucateca y situada entre Chichén Itzá y Tuluum, hubiese una zona denominada Coba, vocablo que podría asociarse con Cuba.
Quizás las estructuras megalíticas con posibles inscripciones vislumbradas hasta el momento constituyan arcaicas estelas mayas o de alguna otra cultura prehistórica capaz de erigir también caminos y construcciones piramidales. No debe olvidarse que “pirámide” es una de las acepciones de la voz Mer, y que a medida que han ido surgiendo nuevas evidencias sobre los vínculos entre América y Asia, la teoría del aislamiento americano ha dado paso a la certeza de un contacto prolongado entre estas y otras tierras. Pruebas irrefutables de ello son diversas prácticas comunes tales como la construcción de monumentos megalíticos, la heliolatría, la ofiolatría, los mitos de la Creación, el diluvio, cataclismos volcánicos, el origen divino de los reyes, la momificación, las estructuras piramidales, la escritura jeroglífica, el simbolismo de piedras preciosas (jade, etc).15 Por todo ello, apoyo a quienes han desechado la teoría del “origen independiente” de las culturas precolombinas y, sobre todo, la de Florentino Ameghino en cuanto al carácter autóctono de los primitivos pobladores americanos. Thor Heyerdahl, el gigante cultural unificador de pueblos, se encargó también de demostrarlo con sus expediciones “Kon-Tiki” y “Ra II”.
En lo adelante, los investigadores que participan en la exploración del ADC-Cuba tienen ante sí la tarea de alcanzar las importantes metas planteadas por la arqueología moderna: a) datación y clasificación de los artefactos y estructuras mediante el análisis de laboratorio de sedimentos, fósiles y, en general, de cada estrato geológico, así como la conservación correspondiente, b) la reconstrucción de lugares y ambientes a partir de artefactos, industrias y conjuntos hasta delinear el marco de la cultura de que se trata, c) explicación de los resultados, todo ello con el auxilio ininterrumpido de la información más rigurosa y a la vez abarcadora que pueda recopilarse. Y si bien en el campo de la arqueología moderna métodos de datación como la palinología, la paleontología, la datación por radiocarbono, por magnetismo y el índice de sedimentación son, entre muchos otros, valiosos instrumentos científicos para el arqueólogo, geólogo, ingeniero marítimo, biólogo, lingüista y demás investigadores, no debe dejarse a un lado la consulta, estudio y decodificación de textos esotéricos antiguos que, como se ha visto, a lo largo de los siglos son capaces de suministrar asombrosas y certeras informaciones científicas.
Notas:
1) El presente trabajo fue presentado por esta eminente investigadora en un forum de Internet. Lo traemos a la tinta de imprenta por su importancia y actualidad, con la aprobación de la autora. El título es un atrevimiento del editor. (N.E.)
2) El equipo cubano está encabezado por los especialistas Dres. Gabino de la Rosa, Manuel Iturralde y José Díaz Duque, estos dos últimos del CITMA (Centro de Investigaciones sobre Tecnología y Medio Ambiente).
3) Eliseo Reclus, “El Hombre y la tierra”, tomo primero, pp. 492-493. En: La Gran Rueda, Cap. II, nota 125
4) Julia Calzadilla: “La Gran Rueda (Una lectura decodificatoria de la Espiritualidad en los Misterios del Antiguo Egipto)”. Inédito. Cap. II.
5) Donald A. Mackenzie, América Precolombina (Mitología), Edimat Libros, Madrid, s/f., p. 116.
6) Helena Petrovna Blavatsky, Isis sin Velo, tomo II, Ed. Novedades de Libros, México D.F., 1953, p. 395, nota 51. Recuérdese que este libro fue publicado en el siglo XIX.
7) Ibid.
8) No debe pasarse por alto el simbolismo del número siete. Asimismo, H.P. Blavatsky expresa en la citada nota 51 de su Op. Cit, que tal vez algún día el nombre de América ”se vea relacionado con el sagrado monte Meru, que, según la tradición india, se alza en el centro de los siete continentes”.
9) Erich von Däniken, Regreso a las Estrellas, Plaza & Janes, S.A. Editores, Barcelona, 1975, pp.141-147.
10) Op. Cit., p. 147.
11) Dr. Manuel Rivero de la Calle, Las culturas aborígenes de Cuba, Editora Universitaria, La Habana, 1966, p. 14.
12) Ibid, p. 19.
13) Eliseo Reclus. Op. Cit., tomo primero, pp. 492-493.
14) Julia Calzadilla. Op. cit., cap. II.
15) Donald A. Mackenzie. Op. Cit., p. 116.
LA AUTORA es Lic. en Historia del Arte, escritora, traductora y egiptóloga cubana
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