viernes, 5 de septiembre de 2008

ALBA de pueblos

Por Rubicel González
rubicel@ahora.cu

Cuenta la tradición que Cristóbal Colón en su cuarto viaje de descubrimiento fue sorprendido por un huracán en la costa de Centroamérica. Airoso ante la tormenta, el Almirante junto a sus carabelas, exclamó: ¡Gracias a Dios salimos de estas honduras! Nombre que hasta hoy distingue la Republica y país que el pasado 25 de agosto firmó su incorporación, como sexto miembro del ALBA.

Sin embargo, el camino hacia la integración profunda de los pueblos con el hondureño, estuvo plagado de matices entreguistas y serviles a los intereses de Estados Unidos. Medios de prensa y la oligarquía nacional junto a políticos de derecha; se encargaron de vituperar la esencia de la Alternativa, alegando que: “el ALBA es una alianza político militar frente a Washintong”, “conspira contra la libertad de comercio”, “nacionaliza empresas y promociona el intervencionismo del gobierno”, y la lista continúa hacia el infinito.

Es una receta que se repite por toda Latinoamérica en épocas, circunstancias y con nombres diferentes pero que, con el pasar del tiempo, se hace menos efectiva. A larga, el espaviento manipulador es un reflejo condicionado del Norte, para hacer creer que existe oposición popular, realmente fuerte, a la decisión del gobierno y los movimientos sociales del país.

Por su parte el presidente Manuel Zelaya, le puso, dicho en buen cubano, la tapa al pomo con su respuesta contundente: “Hoy nos suscribimos al Alba, la cultura y la dignidad, para hacer de los hondureños un pueblo libre”. Ese mismo día, ante miles de ciudadanos condenó las confabulaciones de los medios y dejó por hecho que sus compatriotas son valerosos, luchadores y revolucionarios.

La nación centroamericana ha estado por varias décadas bajo la sombra Yanqui y otros estados desarrollados. Estos, hollaron su economía y fugaron los principales recursos naturales a la vez que sumieron en la pobreza y la indigencia el 74 por ciento de la población, según el Banco Interamericano de Desarrollo.

En el 2003, la deuda externa era casi la mitad del producto interno bruto equivalente a 6 mil 978 millones de dólares. Mientras, el principal sustento económico de ese territorio, eminentemente agrícola, lo conforma 3 mil millones que ingresan desde Estados Unidos, producto de las remesas de centenares de miles emigrados.

Con una población superior a siete millones de personas, el nivel de analfabetismo ronda el 22 por ciento en edades superiores a 15 años; y la tasa de mortalidad infantil se comportaba en el 2005, superior a 34 fallecidos por cada mil nacidos vivos. Por eso el ALBA es una esperanza, la meta que cada gobierno justo pretende ofrecerle a su pueblo, sin exclusión social ni enriquecimientos de una minoría acaudalada sobre el sudor de la explotación humana.

Esta es la vía para garantizar el intercambio comercial equitativo, flexible y bajo las reglas de la hermandad entre naciones. Es un medio de combatir la hegemonía neoliberal y salir del coloniaje histórico, hacerle frente a los tratados de libre comercio y las promesas incumplidas de mandatarios u organizaciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, a la vez que promueve el desarrollo endógeno.

Ya Chávez anunció que la agricultura hondureña recibiría un empujón con los proyectos Grannacional o empresas mixtas. Para este fin, la primera iniciativa fue la donación de 100 tractores y sus implementos para fomentar la producción agrícola. Asimismo, se afianza el tratado que garantizará la seguridad energética como pilar fundamental de la Alternativa, por lo menos durante cien años.

No obstante, los antecedentes de la decisión hondureña se remontan a acuerdos bilaterales entre Tegucigalpa y Caracas, cuando en enero pasado emprendieron entre otros, la compra a Venezuela de 20 mil barriles diarios de combustible, un Acuerdo de Seguridad Alimentaria y otro de Cooperación Integral.

Pero quizás lo más relevante y sensible que ocurra en ese país con el ALBA, sea la implementación de misiones sociales similares a Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Vuelvan Caras y Milagro, que elevarían la calidad de vida de millones de pobladores que durante largos años de espera, soñaron la libertad en otras honduras: las del subdesarrollo.

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