Rusia en dos tiempos

Por Rubicel González
rubicel@ahora.cu
Veinte años después de la caída de la URSS, el tema ocupa otra vez la agenda mediática de quienes aplauden o critican aquellos acontecimientos. Justo el 30 de marzo, el Royal Albert Hall de Londres acogía la celebración del cumpleaños 80 del hombre que aplaudido por occidente, “cambió el mundo”. Allí mismo, entre diversas personalidades, como Sharon Stone y Scorpions, los premios Mijaíl Gorbachov se otorgaron a su legado, en tres categorías:"Perestroika", "Glásnost" y "Uskoréniye".
Pareciera que el señor de la frente manchada cumplió con la promesa que, en 1984 según fuentes, le hiciera a Márgaret Tatcher: destrozar el campo socialista, la Unión Soviética y el Partido. Sin embargo, la realidad acaecida luego de 1991 marcó el inicio de grandes diferencias entre pobres y ricos, muy lejos de la perfección pintada por el mundo capitalista.
El fin de 74 años de socialismo soviético atentó contra la calidad de vida de la población, cuya mayoría se beneficiaba con salarios y precios controlados, además de subsidios. La década del 90 fue aciaga para el país, cuya economía entró en recesión y donde servicios como la atención médica gratuita y el acceso a las universidades dependía del dinero; así lo reflejaba BBC Mundo en el 2000.
Rusia es el país más extenso del planeta, posee las principales reservas de recursos minerales y energéticos todavía sin explotar. De igual manera, es el primero en reservas forestales y la cuarta parte de agua dulce no congelada de la tierra, yace en su suelo. No obstante, en la actualidad también es puntera en algunos aspectos poco atractivos para la mayoría de sus 142, 9 millones de habitantes, cifras del reciente censo citado por la agencia de prensa RIANOVOSTI.
Por ejemplo Moscú, la capital, es asimismo la ciudad de mayor número de multimillonarios con 79 según la revista Forbes. De los mil 210 bien “afortunados” del mundo, el euroasiatico territorio ocupa este año el tercer puesto con 101 superfortunas que concentran además, un tercio de los 300 multimillonarios de Europa y 15 de las 100 personas más ricas del planeta.
Grandes contrastes suceden en el gigante ruso no solo en geografía o sus nueve husos horarios. El Banco Mundial publica que el 2006 la tasa de incidencia de la pobreza sobrepasaba el 11 por ciento de los habitantes. Aún más hiriente significan las estadísticas de la UNICEF, quien señala en 2007 que “las tasas de desnutrición y anemia han aumentado. El bocio afecta cerca de una cuarta parte de todos los niños y niñas”.
Miles de infantes, dice la agencia de Naciones Unidas, viven en las calles, siendo vulnerables a la explotación sexual y la trata. La situación se complica debido que no existe una política nacional para la juventud, por lo que ese sector permanece en desventaja social y riesgos de caer en consumo de alcohol, drogas, y actividades sexuales sin protección. La tasa de suicidio entre adolescentes (45 por cada 100 mil) es tres veces superior a la de Europa occidental, sostiene el informe.
Por otro lado es preocupante para la igualdad de género y la seguridad familiar, las miles de mujeres que mueren a manos de familiares y las decenas de miles de niños que huyen de sus hogares, siendo blanco del crimen organizado y el consumo de estupefacientes. Sobre este acápite, en uno de los cables filtrados por Wikileaks se le da a Rusia el calificativo de “estado mafioso”, una opinión que puede ser reflejo de la cotidianidad.
El diario británico The Guardian sostiene que los sobornos en el sistema político del país alcanzan los 300 mil millones de dólares; incluso el presidente Dimitri Medvedev admitió vinculos entre fuerzas y órganos del orden con criminales. Lo cierto es que la mafia rusa ejecuta operaciones transnacionales de contrabando de armas, drogas y prostitución. Acerca de la drogadicción, se dice que en el 2009 los dependientes de esas sustancias superaban los 2,5 millones de personas, el 20 por ciento adolescentes.
Por supuesto, la brecha social ha condicionado las concepciones y referentes morales y éticos de las personas. Cada vez más individualismo, darwinismo social en función de los intereses personales, cada vez el pasado parece más lejano y nostálgico mientras el futuro es incierto. Así lo recoge una serie de crónicas y materiales periodísticos realizados por Rusia Hoy, apéndice del destacado periódico ruso Rossiyskaya Gazeta.
En los mismos se habla los padres de alquiler, una modalidad para hombres pagados por madres solteras, cuyos servicios oscilan en 15 euros la hora. Alternativa familiar para suplir la usencia de “papa” por días contados sin prever el trauma que la posterior ausencia causaría en los niños. Para esto hay agencias especializadas y con razón, pues en aquel país la cuestión demográfica es bien seria, pues entre 2002 y 2010, la población disminuyó 2,2 millones. Devido a la elevada tasa de mortandad prematura entre varones, el número de mujeres en Rusia supera actualmente al de hombres en 10,5 millones.
El mismo periódico analiza la escases de ancianos en el centro de Moscú, situación provocado por la competencia espacial y modernidad de nuevos edificios, pues los viejos son los más indefensos ante el acoso de los magnates de la construcción que combierten viejas edificaciones en caros apartamentos que pueden costar 50 mil dólares el metro cuadrado.
Moscú es también, como gran ciudad, donde los carteles de publicidad han acaparado balcones, esquinas y carreteras con luces de neón las 24 horas del día, muchos de ellos ilegales. Sin embargo, pareciera más normal que usar las ambulancias como taxis, pues estas no respetan semáforos ni embotellamientos lo que permite al “cliente” arribar en breve a su destino aunque pague entre 150 y 200 euros.
Quizás la tapa al pomo lo ponga “Negocio Atómico”, un material que recoge las visitas turísticas a la zona de exclusión de Chernóbil, el peor accidente nuclear de la historia. La excursión demora una hora y cuesta 160 dólares, aunque la individual vale 500. Ningún visitante es ucraniano ni las empresas destinan un por ciento a las víctimas, mucho menos a los trabajos del nuevo sarcófago para el reactor, todo es un negocio que no comprende el respeto a la sensibilidad ni el más mínimo sentido de la dignidad humana.
Este es el legado de la Perestroika (cambio) y la Glásnost (transparencia). Veinte años de capitalismo salvaje sacó lo peor de ese sistema y lo mejor del socialismo continúa siendo un recuerdo borroso donde muchos quisieran volver a pesar de no ser perfecto.