martes, 10 de julio de 2007

Guardianes del bosque

Por Rubicel González
Ascendiendo hacia el sur por un camino irregular, matizado por diferentes paisajes, desde montañas áridas y de escaso follaje, hasta de vegetación tupida y clima húmedo, se arriba a Farallones de Moa. Más de 30 kilómetros separan esta localidad del municipio nororiental holguinero, donde se despliega, tocando la costa, el área de Cayo Grande de Farallones. Allí, cuatro guardabosques tienen la responsabilidad de custodiar 25 mil 222 hectáreas de notable riqueza natural.
Encargados de vigilar y resguardar, prioritariamente, las cuencas hidrográficas y las zonas protegidas de este vasto territorio montañoso, dedican otras faenas de trabajo a incentivar en los campesinos una cultura agrónoma y medioambiental. Específicamente, les enseñan el modo más eficiente de realizar los cultivos en pendiente sin erosionar el suelo, y la forma de aprovecharlo según sus características.
Otro aspecto que centra su atención es el amparo de la flora y la fauna, sobre todo en las 290 hectáreas que pertenecen al Parque Nacional "Alejandro de Humboldt", lugar que contiene los hábitats naturales más importantes y significativos de todo el Caribe insular.
Calificado como el de mayor riqueza y endemismo del país y a nivel mundial, aquí viven 905 especies endémicas de la flora, un treinta por ciento de los encontrados en Cuba. De ahí, la responsabilidad de estos hombres en regular y controlar la tala legal y la poda, la casa indiscriminada y la vigilancia permanente ante el sustraigo y comercialización ilegal de los pichones.
A caballo, mulo o a pie, docenas de kilómetros son recorridos como parte de la rutina diaria atravesando ríos, lomas y valles. En estrechos senderos trazados por el caminante usual, su vestimenta, del mismo verde que el cedro o la majagua, se confunde con el trasfondo esmeralda que predomina en buena parte del territorio, conocido de memoria como la palma de la mano.
Esta geografía es también la sede donde reciben capacitación técnica acerca de las contravenciones puestas en vigor en las resoluciones forestales. Por este medio, profundizan y comparten experiencias acerca del decreto ley 268 que consiste en la regulación del patrimonio forestal y el artículo dos y tres del 180, que aborda la protección de la fauna.
Para Ramón Reyes, jefe de grupo, se ha avanzado mucho en la conservación de la biodiversidad y la toma de conciencia ambiental. Brigadas contra incendios de voluntarios y el trabajo educativo con los niños los ha llevado a incrementar las áreas reforestadas y a prevenir incendios forestales. “Antes había un parcho quemado donde quiera, ahora eso no se ve. El guardabosque ha facilitado que la gente se sensibilice”, comenta satisfecho, mientras apunta con la mirada hacia el horizonte donde los retazos grises se cubren de maleza.
Pero a Ramón no le basta haber plantado varias hectáreas, ni los círculos de interés de amor a la naturaleza en la escuela, hay que involucrar cada familia, crear en ellas conciencia ecológica, que adopten una actitud participativa en el cuidado del medio ambiente. Para ellos, los retos van más allá de lo cotidiano. Ser exigentes, honestos y profesionales es la garantía de que este lugar seguirá cautivando al mundo por su riqueza y diversidad.

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