viernes, 9 de marzo de 2007

Camino a la Libertad

Por Rubicel González
La historia no se puede contar ni aprender como una acción mecánica desprendida de horas de lectura tras un pupitre. Ella es la vivencia de los sucesos que llegan con un soplo de autenticidad a través de la vigencia de estos. Es la voz de José Antonio desde los micrófonos de Radio Reloj. Es el ruido de los disparos a Palacio. Es la misma FEU…
Me niego a creer que la misma generación que vio desvanecerse sus esperanzas con el “golpe” de Batista en 1952; la que tiñó de sangre el Cuartel Moncada y mojó sus ropas en el Granma; la que marchó contra la dictadura por las calles con los brazos alzados; esa que anduvo bajo la lluvia y peleó en la Sierra; o la que después del 26 de Julio hizo lo que parecía imposible; es otra distinta a la actual.
A aquellos muchachos, estudiantes universitarios en su mayoría, no había vileza capaz de detenerlos, ni con mil armas al acecho. Las convicciones políticas, el compromiso con la patria, su terminación a serle útil a la Revolución que se cuajaba en las montañas, la vergüenza puesta al servicio de Cuba y América Latina; eran la estopa fundamental de aquellos Cócteles Molotov que lanzaban.
El aporte a la lucha revolucionaria fue más allá de ofrendar sus vidas por la independencia. Demostraron, al decir de Fidel, que el pueblo cubano no acepta opresión sin lucha. Fueron capaces de organizarse, unirse, planear, cambiar sus lápices, estar en la primera fila.
Paradigma a seguir para los jóvenes de estos tiempos fue aquella gesta. Hoy las armas se toman de otro forma y con otro propósito. Los universitarios siguen saliendo a las calles. Pero ahora para implementar la Revolución Energética, realizar censos y entregar artículos domésticos, hacer trabajo social en los lugares más intrincados, o pararse frente a un aula con a penas 17 años y engrandecer el nombre de Cuba a cada paso.
Es otra manera de vestir y muchas las zonas de acción, otros sucesos recorren el mundo pero la tradición de batalla perdura en los miembros de la FEU.
El compromiso es el mismo, la deuda con el pasado sigue siendo igual de honrosa, y la herencia moral y patriótica no ceja en su empeño de conquistar toda la justicia como soñó aquel a quien no se dejo morir en el año de su centenario. Años después, aquellos jóvenes del 13 de marzo continúan su ejercicio consciente de lealtad con la historia. Y mientras muchos se preguntan cuál es el secreto de la resistencia de los cubanos, volvemos a ver a los muchachos del Directorio Revolucionario, bajarse de aquellas máquinas frente a Palacio mientras retumban en sus oídos aquellas palabras de “Manzanita”: Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad.

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