viernes, 23 de marzo de 2007

Inicios del cine en Cuba



Por Rubicel González
rubicel@ahora.cu
El origen del cine en Cuba, como oferta artística, se da inicio con la exhibición en 1897 de algunas propuestas de los hermanos Lumiére. Un año después se evidenciaba la penetración norteamericana al realizar películas que aparentaban presentar al público isleño como genuina muestra de la realidad cubana, pero que estaban matizadas por la visión del norteamericano, lejos de la verdad histórico-geográfica.
El cine hasta 1959 estaría caracterizado por una pobre producción nacional con realizadores cubanos y por un inmenso consumo de filmes con factura Yanqui. Tal aceptación de las producciones norteamericanas lo maneja Louis A. Pérez[1], quien considera que causó el dominio comercial de distribuidores como Caribean Film Company (Paramount), la Liberty Film Company (Fox), y la Universal Film Manufacturing Company (Universal), así como la Metro Goldwin Mayer y la Fisrt Nacional Pictures que concentraron las realizaciones estadounidenses por toda la Isla, incrementando de este modo el número de estrenos en ciudades y poblados.
La aceptación del cubano estuvo matizada fundamentalmente por la opulencia económica que envolvió al país a partir de la Primera Guerra Mundial con el alza de los precios del azúcar. Las personas poseían dinero y querían gastarlo, no solo para demostrar su posición económica y social, sino que el cine, en esta época, era una forma de salir de la monotonía y la cotidianidad. Las películas de Hollywood le brindaban como hoy, patrones de consumo, moda, consejos, modelos personológicos que le incitaban estar al tanto de los cambios, tendencias y corrientes que las revistas y estrellas del cine ponían a su conocimiento.
No es de extrañar por lo tanto, que se desarrollara por toda Cuba un aumento espectacular de cines, así como la mobiliaria interior que los hacían competir en confort y calidad con los mejores del mundo; tal es el caso del Blanquita fundado en 1949 con una capacidad de 7 mil personas, equipos de aire acondicionado y proyectores sofisticados para la fecha.
El espectador cubano asistía de forma casi masiva a los cines, donde no había distinción de razas o clases sociales, esa fue la fundamental causa que proporcionó la penetración de las grandes productoras; pero el asistente no se veía reflejado contextualmente, no se sentía protagonista ni orgulloso porque no era el creador y tampoco la realidad de un país que convulsionaba social y políticamente.
Al decir de Julianne Burton[2] se evidencia lo anterior: Desde la década del 30 hasta los años 50, el principal papel cinematográfico de Cuba fue el de propiciar sets exóticos, apetitosas reinas del sexo y un marco tropical para las producciones mexicanas y hollywoodenses.
Además, las producciones nacionales eran en mucho una copia del cine comercializado y producido por estos dos países. Según Burton los Cine-Clubes y el grupo visión eran los autores de propuestas más interesantes desde el punto de vista temático y estético; descollando en esta etapa el documental El Mégano donde se maneja el tema del campesino en la producción del carbón y es catalogado como el antecedente más acertado del cine revolucionario.



[1] “Hollywood. El cine en la República”, en La Gaceta de Cuba, Mayo-Junio 2002, pp.21-25.
[2] Mario Piedra Rodríguez: Cine Cubano. Selección de lecturas, editorial Félix Varela, La Habana, 2003, pp.88-89.

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